DON RODRIGO

 

Personajes

DON RODRIGO

DON JULIÁN

FLORINDA

TEUDISELO

FORTUNA

ERMITAÑO

Último Rey Visigodo de España

    Gobernador Visigodo de Ceuta

Hija de Don Julián

   Consejero de Don Rodrigo

Esclava de Florinda

Ermitaño

Tenor

Barítono

Soprano

Bajo

Mezzosoprano

Barítono

 

La acción se desarrolla en España, en el año 711.

 

ACTO I


Escena Primera

La Victoria

(En el salón principal del Palacio de Toledo, con una gran
ventana de triple arcada en el fondo, las doncellas y jóvenes
pajes corren de un lado a otro, mientras afuera, en la calle,
se escucha una gran animación. Se oyen trompetas, tambores
y un coro triunfal a la distancia. Florinda está entre las
doncellas, acompañada por su esclava africana, Fortuna)

VOCES
Ya atraviesan la Vega...

VOCES
Ya se acercan al río...

VOCES
¿Dónde, dónde? ¿Tú los ves...?

FORTUNA
¡Lo gritan los vigías desde las altas torres!

FLORINDA
¡Cómo deslumbra Toledo, todo vestido de fiesta!

PRIMERA DONCELLA
¡Colgaduras en todos los balcones!

SEGUNDA DONCELLA
¡En todas las ventanas pañuelos y banderas!

FLORINDA
¡Parece un inmenso navío desplegando las velas!

(Entra el anciano Teudiselo, tutor de Don Rodrigo)

TEUDISELO
¡Pronto, pajes, doncellas: una alfombra de rosas hasta el río!

FLORINDA
¿Llegó Rodrigo?

TEUDISELO
Cruzando está el puente sobre el Tajo.
¡El espejo del agua refleja mil jinetes
y treinta mil infantes vengadores!

TODOS
¡Rodrigo!... ¡Rodrigo!...

VOCES
¡Ya se ven!

VOCES
¡Ahí están!...

(Asomándose a la ventana)

FORTUNA
¡Todos cubiertos de hojas contra el sol!

TEUDISELO
¡Todos con lanzas floridas!

FLORINDA
¡Todos con ramas verdes!...
¡Igual que un bosque caminando en fila!

TEUDISELO
¡Pronto, pajes, doncellas...
una alfombra de rosas hasta el río!

TODOS
¡Rodrigo!... ¡Rodrigo!...

(Empiezan a salir. Florinda y Fortuna hacen una pausa durante 
la que se oye la voz de Don Julián detrás de ellas, cuando entra.)

JULIÁN
¡Florinda!

FLORINDA
¡Padre! ¡A tus pies, señor!

JULIÁN
¡A mis brazos, hija!

(Se abrazan)

FLORINDA
Hora por hora le he pedido a Dios
acompañarte en la batalla.

JULIÁN
El cielo te ha escuchado. Ni una herida.
Solamente laureles de victoria.

TEUDISELO
¿Y mi señor Rodrigo?

JULIÁN
También Dios cuidó su vida;
que hijo que venga a su padre, tiene con él cielo y tierra.

FLORINDA
Siempre me hablaste de él como de un sueño.
Por fin hoy voy a verle cara a cara.

JULIÁN
Ahora no, hija.
Todavía no eres doncella de la Corte.

FLORINDA
Tampoco él ciñe corona todavía.

TEUDISELO
La ceñirá mañana mismo.

FLORINDA
¡Que gran día mañana!
¡Un rey joven en el trono viejo,
como una flor de almendro en una encina!

(El coro y campanas se alternan alegremente.
Florinda corre a la ventana.)

¡Es él!

JULIÁN
¡Vuelve a la cámara de las mujeres, hija!

FLORINDA
¡Nunca he visto a tu rey, a nuestro rey!
¡Déjame, padre!

(Entran los heraldos seguidos por Rodrigo y un séquito
de nobles, guerreros y damas)

JULIÁN
¡Salve, Rodrigo, nuestro rey!

RODRIGO
¡Salve, fieles amigos, nobles pares!
No es un rey el que os trae esta victoria
pagada a tal precio de sangre.
No he luchado por cetro ni corona,
luché por lavar un ultraje;
que no hay peor ultraje para un hijo
que el que ensangrienta el rostro de su padre.
Los que ordenaron sacarle los ojos
bien lo han pagado en propia carne.
Esta mano segando sus gargantas,
era la mano de mi padre.
Esta espada clavada en sus costados,
era la espada de mi padre.
Mi caballo, mi cólera y mi espuela,
eran los de mi padre.
Y estos ojos que vieron su derrota,
¡eran los ojos vacíos de mi padre!
Ya el crimen ha sufrido su castigo.
Ya está limpia la tierra de culpables.

TODOS
(Arrodillándose)
¡Salve, Rodrigo, nuestro rey!

RODRIGO
¡Salve, tierra con honra! ¡Salve!... ¡Salve!...

(Ofrece su brazo a Teudiselo y lo ayuda a levantarse)

Buen Teudiselo, mi consejero fiel.
Conde Julián, mi par y compañero...
¿Quién es esta doncella?

JULIÁN
Mi tesoro escondido y la miel de mi sangre.
Es Florinda, mi hija.

RODRIGO
¿Tu hija, ya una mujer?
Oyéndote hablar de ella, la creía una niña.
¡Levántate, doncella!

FLORINDA
Quiero besar esta mano vengadora.
Como hijo y como rey
¡Dios te bendiga!

(Besa la mano de Rodrigo y se arrodilla a sus pies.)

RODRIGO
Bien has dicho, Julián, que es un tesoro.
Por eso la tenías tan oculta.

JULIÁN
Nació en África, entre el desierto y la mar.
Se crió en libertad, entre el sol y la arena.

RODRIGO
Lleva su patria en los ojos:
orgullo de león y timidez de gacela.

FLORINDA
Mi única patria es España.
África sólo es mi tierra.

JULIÁN
Cruzó el estrecho conmigo
cuando acudí a ayudarte en esta guerra,
y volverá conmigo al mar
cuando tus sienes ciñan la corona.

FLORINDA
¡No me devuelvas al África, padre!
¡Soy mujer española!

RODRIGO
En lugar de la voz de los muezines,
debe acostumbrarse a las campanas cristianas.

FLORINDA
Y en vez de Alá, que es nombre de batalla,
quiero escuchar el dulce nombre de María.

JULIÁN
¿En la corte, sin tu padre?...
¿Quién te defenderá, mujer y sola?

RODRIGO
Tú has sido para mí como un hermano.
Sea tu hija para mí, una hija.

(a Florinda)

Mi palacio es tu casa, manda en él.

JULIÁN, FLORINDA
(de rodillas)
Señor...

RODRIGO
(los hace levantar y los abraza)
¡Conde Julián!... ¡Hija Florinda!...

(Las campanas suenan y la multitudes agita. Teudiselo,
que ha estado observando por la ventana, se adelanta.)

TEUDISELO
¡Asómate, señor!
¡Todo Toledo te aclama!

FLORINDA
¡Es toda la ciudad un solo grito y una sola garganta!

RODRIGO
Yo oigo dos bandos rivales, con dos distintas palabras.
¿Qué gritan y se contestan?

FLORlNDA
¡Unos: España y Rodrigo;
otros: Rodrigo y España!

(Rodrigo aparece en el balcón. Campanas y coros
suenan jubilosos.)

Escena Segunda

La coronación

(La Catedral de Toledo está llena de damas, caballeros,
soldados, gente del pueblo, campesinos, leñadores, pastor

es y artesanos, mientras el coro canta un jubiloso aleluya.
El séquito de nobles que participan de la coronación entra
lentamente en una solemne marcha En primer lugar, la Cruz
elevada. En segundo lugar, tres pequeños pajes que llevan sobre
almohadones los símbolos reales: el cetro, la cruz y la corona,
seguidos por tres damas de honor vestidas de blanco, Florinda
va al centro de este grupo. En tercer lugar, el obispo, asistido
por dos diáconos, seguido por los acólitos que lleven
incensarios. En cuarto lugar, Rodrigo, asistido por Julián y
Teudiselo. Nobles y soldados a la retaguardia de la procesión.
Los Coros continúan durante la procesión a los que se añaden
nuevas voces)

PUEBLO
Ya las cosechas no se teñirán de sangre.

TODOS
¡Vítor, vítor, vítor!...

CABALLEROS
Ya pueden la espada y el caballo descansar.
¡Vítor, vítor, vítor!...

PUEBLO
¡Gloría al hijo vengador!

TODOS
¡Gloria, gloria!

CABALLEROS, SOLDADOS
¡Gloria al héroe vencedor!
¡Gloria, gloria!

DAMAS, DONCELLAS
¡Gloria al rey de la paz! ¡Gloria, gloria, gloria!

(El obispo se sitúa frente a Rodrigo. Un diácono le alcanza
la Biblia)

OBISPO
Rodrigo. España es tuya.
Sobre los Santos Evangelios
¿juras defender siempre sus leyes y su Dios?

RODRIGO
Lo juro.

OBISPO
¿Juras darle tu vida?

RODRIGO
Juro darle mi amor como a una esposa.

(Se quita su anillo en el que hay engarzada una joya
muy grande)

España, toma mi anillo:
sólo contigo me he de casar.
España rubia de trigo y fresca de manzanas,
blanca de leche y de sal;
España de caballos y de vinos,
dulce de miel, tierna de pan,
verde de oliva, rica de sirgo;
España de bosque y mar,
morena de racimos,
alegre de azafrán...
¡Toma mi anillo, España,
sólo contigo me he de casar!

(Rodrigo pone su anillo en una bandeja que le presenta uno de
los diáconos. El obispo toma otro anillo y lo coloca en su dedo
anular)

OBISPO
Toma el anillo de tu esposa, España,
y jura acompañarla siempre.

RODRIGO
¡Siempre!
En la fortuna y en la ruina,
en la vida y en la muerte.
¡Siempre, siempre!

(Besa el anillo y se arrodilla con la cabeza baja. El obispo toma
el óleo santo de un recipiente que le entrega un diácono y hace
la señal de la cruz sobre su cabeza, su frente, su pecho y sus
manos.)

OBISPO
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
te consagro nuestro rey.
Dios alumbre tu frente, Rodrigo.

(El coro se hace eco de las palabras de la consagración,
mientras que el obispo hace la señal de la cruz)

CORO
Amen.

(Después de la consagración con el óleo santo, Julián y
Teudiselo se adelantan. Las damas de honor toman los símbolos
reales; que se hallan sobre los almohadones que sostienen los
pajes, y avanzan.)

PRIMERA DONCELLA
Toma, Rodrigo, tu cetro de oro.

(Ella se lo da al Obispo que a su vez lo entrega a Rodrigo.)

OBISPO
Sea en tu diestra vara de la justicia.

SEGUNDA DONCELLA
Toma, Rodrigo, la cruz de Cristo.

OBISPO
Sea tu luz y sea nuestro escudo.

FLORINDA
Toma, Rodrigo, esta corona.
La han honorado en sus sienes treinta reyes.

(Da un paso adelante con la corona mientras el coro aclama)

CORO
¡Rodrigo, rey! ¡Rodrigo, rey!

(La corona cae de las manos de Florinda al suelo. Se produce
un gran silencio que demuestra la conmoción general y la
música se detiene con un sonido fatídico. Fortuna grita y
cae de rodillas con la frente apoyada en el suelo, sollozando.
El obispo se persigna. Todos se persignan y empiezan a caer
de rodillas, murmurando oraciones. Teudiselo avanza unos
pasos para recoger la corona, pero duda temeroso y retrocede.
Julián hace lo mismo. Rodrigo avanza repentinamente, pálido
y lleno de rabia.)

RODRIGO
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?

FLORINDA
(Cayendo de rodillas)
¡Mi mano es la culpable! ¡Perdónala, Rodrigo!

TEUDISELO
La corona caída es mal presagio.

JULIÁN
Jamás vimos por tierra una corona.

OBISPO
Parece un aviso de Dios.

RODRIGO
Ninguna mano cobarde ha de tocarla.
Sólo la de Rodrigo, vuestro Rey.

(La recoge y la mantiene orgullosamente en lo alto)

¡Miradla todos! ¡Nunca más alta estuvo esta corona!
¡Esta es la voz de Dios!
¡Todos de pie!

(Se reanuda el canto del coro que entona un jubiloso ¡Gloria!.)

Escena Tercera

La maldición

(Una cripta en Toledo, conocida como la Cueva de Hércules,
presenta una cruz desnuda. La única entrada es una empinada
escalera a un lado de la misma. En el centro de la caverna se
encuentra un cofre de hierro y madera tallada, cubierto con
diferentes tipos de cerraduras y cerrojos que datan de diferentes
épocas. Dos herreros con pesadas barras de hierro están
tratando de abrir el cofre y ya han roto varias cerraduras
ahora apiladas en el suelo. Dos soldados alumbran la cueva
con antorchas. Rodrigo espera con impaciencia. Teudiselo,
que lo acompaña, se muestra temeroso)

TEUDISELO
Piénsalo mejor, señor.
Es una profanación y una locura.
Todos tus abuelos han respetado
el secreto de esta cueva.

RODRIGO
¡Silencio!
Mientras no lo pida no me des tu consejo.

(a los herreros)

¡Pronto!
¿Tanto trabajo cuesta forzar un viejo arcón?

PRIMER HERRERO
Es hierro bien templado en el agua del Tajo.

SEGUNDO HERRERO
Y treinta y dos cerrojos.
Uno por cada rey.

RODRIGO
Si vuestras manos tiemblan aquí tenéis la mía.

(Avanza decidido)

¡Dadme el hierro!

(Uno de los herreros ofrece su barreta a Teudiselo que a su
vez va a dársela a Rodrigo, cuando se detiene atento a nuevos
ruidos).

TEUDISELO
¡Atención! Alguien baja.

(Julián entra, seguido por varios soldados y precedido por otro
que sostiene una antorcha.)

JULIÁN
¡Alto! ¿Quién profana la cueva del secreto?

(Avanza amenazante con la espada desenvainada)

¿Quién se atreve a forzar el arcón?

SEGUNDO HERRERO
Son órdenes, señor.

RODRIGO
Ordenes mías.

(La luz de las antorchas cae sobre la cara de Rodrigo. Al
reconocerlo, Julián se inclina y envaina su espada.)

JULIÁN
¡Rodrigo! ¿Vos aquí?...

RODRIGO
Yo quiero saber por qué tanto misterio…
¿Qué oculta tanta llave?

JULIÁN
Es costumbre que viene
desde el primero de los reyes godos.

TEUDISELO
Una promesa sagrada
que todos tus abuelos han jurado cumplir.

RODRIGO
¿Qué se puede ocultar en este arcón?
¿Un tesoro?...
¿Una santa reliquia?...
¿Un secreto de sangre?...

JULIÁN.
Nadie lo sabe.

TEUDISELO
Ni nadie deberá nunca saberlo.

JULIÁN
En señal de obediencia a sus abuelos,
cada rey nuevo debe poner otro candado.
Son trescientos años de silencio.
¡Respétalos, Rodrigo!

TEUDISELO
Son treinta y tres los reyes,
y sólo treinta y dos son los cerrojos.
Falta el tuyo.

RODRIGO
¡Basta! ¡Seguid, herreros!

(Los herreros vuelven a trabajar)

¡He tomado a España por esposa
y no tolero esposa que me guarde secreto!

(Excitado)

¿No bastan cuatro brazos? ¿No bastan dos alientos?
¡Dadme el hierro!

(Teudiselo, que todavía sostiene en su mano la barreta, se le da
a Rodrigo que se acerca al arcón, decidido a abrirlo. En este
momento, los herreros rompen el último cerrojo. Abren la tapa
del arcón, y aparece una bandera enrollada. Todos dan un paso
hacia atrás, excepto Rodrigo, se produce una pausa expectante.)

TEUDISELO
Es un paño arrollado.

JULIÁN
Parece una bandera...

RODRIGO
(desenrolla una bandera verde que lleva una media luna roja)
Es la bandera verdiluna.

(Sacando algo más del viejo arcón)

Y un viejo pergamino con signos
de otra raza y otra lengua.

JULIÁN
Es árabe la escritura.

RODRIGO
Tú que gobiernas África y conoces su lengua,
lee el mensaje.

(Los soldados se acercan para iluminar mejor el pliego
con sus antorchas.)

JULIÁN
Maldito quien rompió el voto que treinta abuelos guardaban.
El día que esto leyeres tu suerte será sellada.
Cien barcos con esta bandera cruzarán la mar amarga.
Tú serás el último rey, y España será arrasada.

(Ante estas palabras todos muestran un gran temor
supersticioso. Los soldados y herreros huyen. Rodrigo
grita angustiado)

RODRIGO
¿Tu suerte será sellada?...
¡No! ¿Tú serás el último rey?...
¡No! ¿España será arrasada?...
¡No!... ¡No!... ¡No!!



ACTO II


Escena Cuarta

El Amor

(En un jardín sombreado en el palacio de Toledo, los rayos
del sol brillan a través de las foresta. A un lado, las veredas
conducen a una torre fortificada y presentan, de tanto en tanto,
pequeñas glorietas y pabellones. En el centro hay una fuente.
El aire está colmado de la somnolencia propia de una calurosa
tarde de verano. Después de un momento entra Rodrigo, seguido
por Teudiselo, regresan de una cacería. Él lleva una ballesta
y colgados de su cinto varias presas logradas y un cuchillo de
caza de gran tamaño. Mientras habla, comienza a quitarse su
equipo de caza que es recogido por Teudiselo, y toma un trago
de agua fresca de la fuente recogida en un cuerno destinado a
beber.)

TEUDISELO
Es mi deber avisarte del peligro.
Los árabes tienen más barcos cada día.
África es un puñal a nuestra espalda.

RODRIGO
No atacarán.
El conde don Julián es de sangre africana.
Los árabes le temen y le admiran.

TEUDISELO
¡Atacarán, señor!
Acorralados entre el monte y el mar,
son un pueblo sediento que mira desde lejos con envidia
los naranjales de oro de nuestra Andalucía.

RODRIGO
Julián guarda la costa.
Mientras él la gobierne, África estará tranquila.
Déjame descansar. La cacería ha sido dura,
y esta siesta de estío me dobla las rodillas.

TEUDISELO
¿Vas a dormir aquí?

RODRIGO
Es el rincón más quieto del palacio:
sólo el rumor del Tajo en esa fuente,
y el canto de los pájaros.

TEUDISELO
Dios te guarde, señor.

(Teudiselo se marcha y Rodrigo entra en el pabellón. Después
de un momento, entran cuatro damas de compañía de Florinda
por una de las esquinas del jardín y luego lo hace Florinda y
otras doncellas)

FLORINDA
¿Nadie?

DOS DONCELLAS
¡Nadie!

OTRAS DOS DONCELLAS
¡Nadie!

FORTUNA
(Llamando)
¡Libre el campo, Florinda!
¡Todo el jardín es nuestro!

(Florinda entra)

FLORINDA
¡El rincón de los pájaros y la Fuente Eria!

FORTUNA
A la siesta todos los pájaros del Tajo vienen aquí a cantar.

SEGUNDA DONCELLA
Jilgueros y ruiseñores cantan en el limonar.

FORTUNA
Calandrias y petirrojos trinan en el cipresal.

PRIMERA DONCELLA
Verderones y mirlos silban en el naranjal.

FORTUNA
Y la tórtola herida llora en el arrayán.

FLORINDA
También yo estoy herida de frío y soledad.

FORTUNA
¡Silencio, ruiseñores: Florinda va a cantar!

(Todas las doncellas rodean a Florinda)

FLORINDA
A la sombra de la oliva está la fuente dormida...
¡Despiértala, amor!
A la sombra de tus brazos están dormidos mis labios...
¡Despiértalos, amor!
A la sombra de tus besos están dormidos mis senos...
¡Despiértalos, amor!...
¡Quítame, dueño mío, mi cinturón de frío!
¡Cíñeme, dulce dueño, tu cinturón de fuego!
¡Despiértame, amor!...

(Rodrigo aparece en la escalinata del pabellón desde donde
observa oculto. Las doncellas ríen y corren de aquí para allá)

CORO DE DONCELLAS
¡Despierta, amor, despierta!...

PRIMERA DONCELLA
¡Yo correría descalza por la hierba!

SEGUNDA DONCELLA
¡Yo bailaría descalza en la alberca!

FLORINDA
¿Por qué sólo descalzas?
¡Bañémonos!

DONCELLAS
¿Desnudas?

FLORINDA
El agua es un vestido de seda fría.
Bañémonos, amigas.

(Ella comienza rápidamente a desnudarse, las doncellas la
rodean, ocultándola a la vista de los espectadores. Fortuna
recoge la ropa de Florinda por encima de los hombros de
las doncellas)

PRIMERA DONCELLA
¡Alguien puede pasar!

FLORINDA
¡Pongamos centinelas en las cuatro esquinas!

(Riendo cuatro doncellas corren a las esquinas)

SEGUNDA DONCELLA
¡Bañémonos, doncellas!

PRIMERA DONCELLA
¡No me atrevo!

SEGUNDA DONCELLA
¡Está el agua como nieve de sierra!

FORTUNA
¡Atrás, miedosas!
¡Dejad todas paso a la rosa morena de Florinda!

(Con los hombros a la vista, Florinda entra a la fuente, envuelta
en un lienzo blanco. Mientras ríe y canta, deja caer el lienzo
sobre una roca.)

FLORINDA
¡Quítame, dueño mío, mi cinturón de frío!...

DONCELLAS
¡Mi cinturón de frío!...

FLORINDA
¡Cíñeme, dulce dueño, tu cinturón de fuego!...

(Rodrigo, pálido y fascinado, avanza por las escaleras, incapaz
de resistir. Exclama con voz ahogada)

RODRIGO
¡Florinda!...

(Las doncellas gritan huyendo en todas direcciones)

DONCELLAS
¡El Rey!... ¡El Rey!...

FORTUNA
¿No la mires, señor!

FLORINDA
¡No me mires, Rodrigo!...

(Una fanfarria de cuernos de caza se escucha en la distancia.
Rodrigo, ajeno a todo, sigue adelante, los ojos fijos. Florinda
se cubre con su vestido y huye. Rodrigo recoge su ropa del suelo
y la presiona contra su pecho por un instante. El sonido de las
trompas de caza se oye más cerca. Entonces exclama:)

RODRIGO
¡Alerta, cazadores! ¡A la gacela blanca!
¡Alerta, mi jauría!
¡Nadie intente mirar... que va desnuda!
¡Nadie le cierre el paso... que va herida!

(Su grito resuena como un cuerno de caza, cuando él
corre tras ella)

Escena Quinta

El ultraje

(En los aposentos de Florinda iluminados por dos lámparas,
por la noche. Ella está terminado de ajustarse un camisón
de seda, y preparándose para ir a la cama. Está cerca de la
ventana, extiende perezosamente sus brazos, deshace su larga
cabellera y la peina.)

FLORINDA
¡Noche, estrellada noche!...
Hasta ayer sólo tú conocías mi cuerpo.
Jamás me vio desnuda mirada de varón.
Sólo los infinitos ojos de tus estrellas...
¡Ahora ya no!... ¡Luna, pálida luna!...
Hasta ayer sólo tú conocías mi carne;
sólo tu luz de plata a mi alcoba llegó;
sólo tu beso blanco se me posó en el pecho...
¡Ahora ya no!
Esta tarde, un rey joven me sorprendió en la fuente
igual que a la gacela sorprende el cazador;
y he sentido sus ojos morderme desde lejos
como te muerde en África la mirada del sol...
¡Noche, estrellada noche!...
¡Luna, pálida luna!...
Ayer mi cuerpo era un secreto.
¡Ahora ya no!... ¡Ahora ya no!...

(Ella se sienta un momento en silencio, el rostro oculto entre sus
manos, perdida en sus pensamientos. Luego llama en voz alta:)

¡Fortuna!...

(Comienza a quitarse el calzado y vuelve a llamar:)

¡Fortuna!

(Sorprendida de no recibir respuesta, se vuelve a calzar y va
hacia la puerta. Antes de que llegue, la puerta se abre. Florinda
queda paralizada un instante y luego retrocede. Rodrigo aparece
en el umbral.)

¿El Rey en mi aposento, en plena noche?...

RODRIGO
Florinda, Florinda, nunca una noche fue tan esperada.

FLORINDA,
Las manos te tiemblan y vienes sin color.
¿Malas noticias de la guerra?

RODRIGO
La derrota más grande que he sufrido jamás.

FLORlNDA
¿Cuándo? ¿Dónde?

RODRIGO
Hoy a la siesta, y en mi propio jardín.
Con una gacela blanca bebiendo en la Fuente Fría.

FLORINDA
(Emocionada retrocede)
No te entiendo, señor.

RODRIGO
(Se le acerca, bajando la voz)
¡Tú fuiste mi enemigo, tú mi herida,
tú mi ardiente batalla y mi derrota!

FLORINDA
(llamando)
¡Fortuna!...

RODRIGO
(Acercándose más)
No la llames.
Tu esclava no vendrá hasta que raye el día.

FLORINDA
(Llama nuevamente.)
¡Centinelas!...

RODRIGO
También la guardia ha sido retirada.
Estamos solos.
Toda la noche es nuestra.

FLORINDA
Rodrigo, vuelve en ti.
Tú eres la ley.
¿Quién la ha de obedecer, si tú la pisas?

RODRIGO
Inútil dar razones al que tiene perdida la razón.

FLORINDA
Tú eres la fuerza que nos defiende a todos.
Defiéndete de ti.
¡Defiéndeme, señor!

RODRIGO
No puedo, aunque quisiera.
Tu hermosura es más fuerte que tú,
más fuerte que yo.

FLORINDA
¿Soy yo culpable, si me ves hermosa?

RODRIGO
Tú me has herido en las entrañas,
y las heridas de amor sólo puede curarlas
el mismo que las abrió.

FLORINDA
Olvida esta locura. ¡Bórrame de tus ojos!

RODRIGO
¡Florinda, Florinda!
Por mucho que los cierre
los persigue la imagen de tu cuerpo corriendo.

(excitado, con los ojos cerrados, recordando)

¡Desnudos tus tobillos en el frió del agua!
¡Desnudos tus hombros por el campo de grana!
¡Desnudos tus senos por el rosedal!
¡Desnuda tu cintura por el olivar!

(la toma por los brazos)

¡Desnuda como un cuchillo
te has clavado en mi carne para siempre jamás!

FLORINDA
(luchando por soltarse)
¡Suelta, Rodrigo!
Te conjuro ante el Cielo.
¡No manches con la sangre de mi honra,
tu corona de rey!

RODRIGO
¡Esta noche no hay rey, ni corona,
ni padre, ni honra, ni cielo ni Dios!
¡Sólo amor! ¡Sólo amor!

(Rodrigo empieza a besarla. De pronto ella logra soltarse
y huye gritando)

FLORINDA
¡Soldados! ¡Pajes! ¡Nobles!
¿No hay hombre que me defienda?

RODRIGO
Torna mi puñal.
No quiero ni vida ni muerte a medias.
O me das entera la vida,
o me das mi muerte entera.

(Florinda toma la daga. Rodrigo avanza lenta pero
constantemente. La toma por la cintura y la besa suavemente.
El brazo de Florinda se relaja y la daga cae de su mano)

FLORlNDA
Por piedad...
el pulso me abandona...

RODRIGO
Así abrazados, basta un corazón.

FLORINDA
Siento frío en la sangre...

RODRIGO
La mía arde por los dos.

FLORINDA
El aliento me falta

RODRIGO
Respira con el mío.

FLORINDA
Los ojos se me nublan...

RODRIGO
Miraré por ti yo.

FLORINDA
Piedad... mi rey... piedad...

RODRIGO
¡Amor, Florinda!... ¡Amor!

(La besa largamente. Florinda, entregada, deja caer
la cabeza hacia atrás.)

Escena Sexta

El Mensaje

(En la habitación de Florinda, algún tiempo después,
es de noche. Ella está escribiendo furiosa.)

FLORINA
Padre y señor don Julián,
el más noble de Castilla:
si arde la sangre en tus venas,
si algo te importa mi vida,
si mi afrenta es también tuya
y tu honra es también mía,
escucha, padre y señor,
la deshonra de tu hija.

(Presa de la desesperación, deja caer la pluma y cesa de llorar
por un momento. De repente, recupera su auto-control y levanta
la cabeza, pensativa. Se pone de pie, hablando para sí misma.)

¡No te engañes, Florinda!
¿Es tu honra perdida o es tu amor ofendido,
el que clama venganza?
A quién guardas rencor: ¿al hombre que te hizo suya...
o al que después te abandonó?
No te engañes, Florinda...
¿Es honra o es amor?

(Cierra los ojos y sacude su cabeza, como si rechazara
un pensamiento, a continuación, vuelve a la mesa y sigue
escribiendo.)

Mira, señor, a tu hija, sin amor y deshonrada.
Antes era flor de flores,
ahora me llaman "la Cava" lo mismo que a las rameras.
¡Si consientes esta infamia
ni vienes de cuna limpia,
ni tienes la sangre honrada,
ni eres noble, ni señor,
ni español digno de espada!

(Se de tiene aterrada)

¿Qué locura te mueve la pluma?
¡Mira que puede arder entera España!...

(Se levanta de nuevo y, profundamente conmovida, repasa
sus palabras. Se abraza a sí misma como si tuviera frío, luego
se abre el cuello de su abrigo como si tuviera mucho calor.)

No te engañes, Florinda
¿es honra o es amor?

(Permanece inmóvil con la vista perdida)

Siete noches me quiso. Setenta me dejó.
¿Por qué el hombre, después de cortarla, aborrece la flor?
El sediento no mancha su agua después de beber.
El hambriento no pisa su pan después de comer...
¿Por qué el hombre maldice a la mañana
lo que mendigaba al anochecer?

(Toca una campanilla y regresando a la mesa, escribe)

¡Venganza, padre, venganza!...
¡Ardan España y Rodrigo!
¡Ardan Rodrigo y España...

(Termina la carta con un rápido movimiento final de la pluma
y la pliega, mientras continúa maldiciendo cada vez con mayor
obsesión:)

¡Que no hay fiera,
ni rayo, ni centella,
ni sierpe, ni ponzoña, ni tigresa,
ni jabalí, ni vidrio, ni navaja...
como mujer amante y despreciada!...

(Un mensajero vestido de rojo entra y recibe la carta con
una reverencia. Cuando está a punto de salir, Florinda,
repentinamente se levanta y hace un gesto como si fuera a
detenerlo. Luego desiste, y con esfuerzo, cierra los ojos y
repite en voz baja:)

¡Ardan España y Rodrigo...

lo mismo que ardo yo!

¡Ardan!... ¡Ardan!...

(Superada por el dolor, cae de rodillas llorando en un
reclinatorio ante una imagen de la Virgen María)



ACTO III


Escena Séptima

El Sueño

(En su habitación, Rodrigo se encuentra medio desnudo en
una cama baja. Teudiselo está junto a él velando su sueño.
La habitación está iluminada sólo por un rayo de luz de luna
que cae sobre la cama desde una claraboya. Rodrigo está
inquieto y da vueltas, preocupado por un sueño profético.
Una voz habla en su sueño, mitad en forma de canto, mitad
recitando, con la entonación de una plegaria)

VOZ DEL SUENO
"¡Despierta, Rey don Rodrigo,
ciñe tu espuela y tu espada,
llama a tus cien capitanes
y corre a la mar amarga!
¡Unos ojos de mujer
te quemaron las entrañas!
¡Una mano de mujer
prenderá fuego a tu España... "

(Rodrigo se sienta de repente)

RODRIGO
¿Quién me llama? ¿Quién me grita?

TEUDISELO
(acercándose)
No hay nadie, señor. Descansa.

RODRIGO
(se incorpora)
Ya otra vez tuve un presagio
con estas mismas palabras:
"¡Tú serás el último rey,
y España será arrasada!..."

(Da un paso y se tambalea)

¿Quién me llama? ¿Quién me grita?

TEUDISELO
No hay nadie, señor. Descansa...

(Con amabilidad, sostiene a Rodrigo y lo ayuda a acostarse
de nuevo a medida que aumenta la oscuridad de la noche.)

VOZ DE FLORINDA
¡Quítame, dueño mío, mi cinturón de frío!...

VOZ DEL SUENO
¡Tú serás el último rey, y España será arrasada!...

Escena Octava

Sueño de Rodrigo

(En las almenas de Ceuta, el conde don Julián acaba de leer la
carta de su hija que aplasta con ira. Se encuentra asistido por
cuatro de sus capitanes, mientras que el mensajero, vestido de
rojo, espera, con algunos soldados y centinelas en el fondo.)

JULIÁN
"¡Si consientes esta infamia
ni vienes de cuna limpia,
ni tienes la sangre honrada,
ni eres noble, ni señor,
ni español digno de espada!"
¡Ah, Florinda! ¡Ah, Florinda!
¡Maldito cien veces quien manchó la rosa,
quien forzó la honra,
quien cortó la flor!...

(Besa la carta con un sollozo, y su voz revela una
inesperada ternura.)

¡Florinda, mi tesoro!
Dulce paloma mía...
Herida, triste y sola…
¡Flor de mis flores, Florinda!...

(Recupera el control de sí mismo y, de pie, erguido, blande
su espada y grita:)

¡Capitanes! ¡Soldados!

(Más y más soldados entran paulatinamente por todos lados
hasta que llega el último grito de rebelión.)

¿Es rey el que pisa las leyes de nuestros abuelos?

VOCES
¡No!...

JULIÁN
¿Es rey el que a sus capitanes apuñala a traición?

VOCES
¡No!...

JULIÁN
¡Árabes y cristianos seremos, todos juntos, un solo vengador!

(levantando la espada)

¡África contra Rodrigo!

(Los cuatro capitanes también desnudan y enarbolan sus
espadas. Los soldados responden, blandiendo sus armas.)

CAPITANES
¡África contra Rodrigo!

CORO
¡África contra Rodrigo!...

(Simultáneamente con el grito de "¡África contra Rodrigo!"
el mar que se ve en como fondo de la escena es atravesado por
múltiples mástiles, velas y gallardetes moros. Aferrados a los
obenques y a los aparejos, los soldados árabes blanden sus
cimitarras. Banderas y estandartes árabes los saludaban. Un
árabe trae al Conde la bandera verde con la media luna roja
que antes se había visto en la cripta al romper las treinta y dos
cerraduras del arcón. Julián hace ondear la bandera ante sus
hombres mientras los soldados árabes ocupan el sitio junto a
los cristianos:)

ÁRABES
¡África contra Rodrigo!
¡Venganza contra el Rey!
¡Guerra y venganza!
¡Oh, la furia jubilosa del encuentro,
cuando los héroes se lanzan al combate!
¡Todo el brazo es una espada vengadora;
todo el campo es cosecha de abordaje!
La Muerte abre rosas en las venas...
¡Y frente a la mar amarga,
un mar de sangre!
¡Al combate, al combate!
¡Amenazante es el viento!
¡Amenazante es la ola!
¡Tened tensos los cables, marineros!
¡Al combate, al combate!
¡Alerta guerreros de heroica entraña,
que nuestro hierro no asesine: mate!
¡África contra Rodrigo!
¡Venganza contra el Rey!
¡Guerra y venganza!

Fin Del Sueño De Rodrigo

Escena Novena

(Cuando se acallan los gritos de los árabes, todo queda en total
oscuridad. Al regresar una media luz, Rodrigo se pone de pie,
presa de gran temor)

RODRIGO
¡Alarma!... ¡Alarma!..
¡He visto en sueños
cien navíos cruzando la mar amarga!
¡Ay, de mi España!...

(Toma sus armas rápidamente ayudado por Teudiselo)

TEUDISELO
Calma, señor...

RODRIGO
"¡Unos ojos de mujer te quemaron las entrañas!
¡Una mano de mujer prenderá fuego a tu España!"

(Sonidos de trompetas responden a la voz de Rodrigo)

¡Cien barcos con esta bandera cruzarán la mar amarga!
¡Tú serás el último rey y España será arrasada!"

(El sonido de las trompetas es respondido por flautas y
tambores moros)

TEUDISELO
¡Señor, señor!...

RODRIGO
¡Veo rojos los campos y los ríos!...
¡Veo roja la mar!...
¡Peones de ballesta!
¡Capitanes de espada!...
¡Todos a la mar amarga!...

TEUDISELO
¡Rodrigo! ¡Rodrigo!...

(Rodrigo toma su espada)

RODRIGO
¡Peones!...¡Capitanes!... ¡Alarma!... ¡Alarma!...
¡Ay, de mi España!...

(El coro, que se había escuchado a la distancia, rompe en
un final pleno)



ACTO IV

Escena Décima

La batalla

(En el campamento junto al río Guadalete, tienda de campaña
de don Rodrigo ubicada entre dos pequeñas colinas, los
centinelas vigilan. Lanzas y pendones cruzan la escena azotada
por el viento entre las colinas rocosas, hasta perderse en la
distancia. Soldados heridos llegan con dificultad. De repente,
una llamada de clarines triunfantes se escucha en el fragor de
la batalla.)

CORO
¡El clarín de Rodrigo por séptima vez!

CENTINELAS
(saludando con sus armas en alto)
¡El clarín de Rodrigo!

CORO, CENTINELAS
¡Siete asaltos han sido resistidos!
¡Siete olas de moros segadas como siete cosechas de trigo!
¡Sangre negra regando los campos floridos!
¡Oíd, soldados! ¡Oíd, amigos!
¡Oíd cómo suenan a gloria los clarines de Rodrigo!

(Lanzas y estandartes cruzan la escena en ambos sentidos
por los senderos del fondo. Entra Teudiselo)

TEUDISELO
No adelantéis victoria, centinelas.
La noche aún no ha llegado y el Rey viene herido.

CENTINELAS
¿Herido nuestro señor?

TEUDISELO
Desde el alba le vi combatir
como un león de furia y de hermosura.
Su caballo, abriendo surcos negros.
Su espada, una hoz cosechando enemigos.
Ahora el caballo se desangra entre espumas,
y el Rey viene herido.

(Rodrigo entra, secundado por varios de sus nobles, cuya ayuda
rechaza más por orgullo que por necesidad. Ha sido herido en
el hombro derecho y respira con dificultad, lleno de ira.)

RODRIGO
¡Todos atrás!
¡A Rodrigo lo sostiene Rodrigo!

TEUDISELO
Bebe y lava tu herida. Reposa, mi señor.

RODRIGO
Ni sorbo ni reposo hasta la noche.
¡La noche es la victoria!
¡Nadie tiene derecho ni al aliento,
mientras no caiga el sol!

(Llega un mensajero herido, se arrodilla, entrega su mensaje
y cae exhausto.)

PRIMER MENSAJERO
Señor, es tanta la sangre que el río ya no es río;
es un camino rojo que corre hasta la mar.

RODRIGO
Por ese rojo camino volverá don Julián.

(Lanzas y estandartes avanzan desde el fondo de la escena. 
Llega un segundo mensajero)

SEGUNDO MENSAJERO
Señor: los caídos son tantos
que parecen un bosque de encinas tronchadas.

RODRIGO
Mañana florecerán de rosas sus espadas y lanzas.

(Lanzas y estandartes retroceden en el fondo de la escena, 
acompañados por un estruendoso sonar de las trompetas.)

¡Arriba, soldados! ¡Os llaman los clarines de plata!

TEUDISELO
¡Están todos heridos, señor!

RODRIGO
¡Hoy solamente los muertos descansan!
¡En pie todos los heridos, para la octava batalla!

(Los heridos tratan de ponerse en pie. Llega un joven mensajero)

JOVEN MENSAJERO
Señor, mil jinetes africanos avanzan al galope
capándonos la espalda...
¡El propio conde don Julián los manda!

RODRIGO
(con un grito de ira y triunfo)
¡Ah, traidor de traidores!
¡Ah, sangre renegada!
Si querías vengar a una hija
¿por qué has vendido a una patria?

(Desenvaina la espada con su mano izquierda. Teudiselo y
los nobles tratan de detenerlo.)

TEUDISELO
¡Señor, detente!... ¡Señor!...

RODRIGO
(arrogantemente)
¡Sólo tú y yo, a solas en el campo abierto!
¡Tú con cuarenta brazos; yo con el izquierdo!
¡Yo y mi caballo herido, contra tus mil caballos negros!

(Los nobles contagiados de su entusiasmo, lo siguen con
las espadas en alto.)

NOBLES
¡Jinetes africanos: negra la sangre,
negras las almas, negros los caballos!...

(Se pone el sol mostrando un cielo veteado de rojo, los
heridos, que están esparcidos por el campo de batalla, tratan
dolorosamente de ponerse en pie para la última batalla. Sólo
el cuerpo del joven mensajero está inmóvil mientras Teudiselo
trata en vano de reanimarlo).

TEUDISELO
¡Oh, Rodrigo! ¡Oh, Rodrigo!
Entre los pastos verdes, son charcos de amapola los heridos...
¡Ay, cómo salpican sangre las espuelas de Rodrigo!
Los pájaros y el viento, apagan los gemidos...
¡Ay, cómo rasgan el aire las espadas de Rodrigo!
El sol se ha puesto rojo sobre el campo amarillo...
¡Ay, cómo suenan a llanto los tambores de Rodrigo!
Toda la flor de España se desangra en el río...
¡Ay, cómo suenan a muerte los clarines de Rodrigo!
¡Oh, Rodrigo! ¡Oh, Rodrigo!
Tus barcos y tus lanzas,
y ese largo alarido de espadas y gargantas
que estremecía el río;
el fragor... el estruendo... ¡todo se ha detenido!
El cuervo de la muerte vuela sobre el vacío...
¡Oh, Rodrigo!... ¡Oh Rodrigo!...

(En la distancia, una trompeta suena a derrota en el crepúsculo
rojo, Teudiselo llora sobre un soldado caído.)

Escena Undécima

El Milagro

(En una puesta de sol dorada, una cruz rústica de piedra o
de madera a la orilla del camino está enclavada en una
ladera desnuda. La morada de un ermitaño está a un lado;
un tronco del árbol caído deshojado al otro. A lo lejos, en
el valle, se observa el contorno oscuro de un monasterio.
Después de un momento se oyen las voces temerosas de
algunos niños que gritan fuera del escenario: "Padre...
Padre..." Dos niños campesinos descalzos entran a escena.
El muchacho tiene aproximadamente diez años y su hermana
algo más. La pequeña pastorcita, más curiosa que asustada,
se detiene y observa)

EL RAPAZ
¡Nos viene siguiendo!...

LA ZAGALA
Parece un mendigo de cuento...

EL RAPAZ
Quizá un cazador herido.

LA ZAGALA
Quizá un malhechor...

EL RAPAZ
¡Ahí llega! ¡Corramos!...

LOS DOS
¡Padre!... ¡Padre!...

(Los niños huyen. Rodrigo entra. Sus ricas vestiduras están
hecha harapos y él respira con dificultad, completamente
agotado)

RODRIGO
¡Eh, zagala!... ¡Eh, rapaz!...
¡Todos huyen de mí! ¡Todos igual!
¡Más de cien noches por el monte perdido!
Si el mundo está lleno de dolores
¿dónde hay un dolor amigo?

(extenuado, se sienta en el tronco del árbol)

¿Tanto te ofendí, Señor?
¿Por qué me fulminaste en el combate el brazo de la espada?
¿Por qué me dejaste sin caballo en la batalla?
¿Por qué me persigues por el monte como a un perro rabioso,
sin pan y sin techo, sin fuego y sin agua?

(Permanece sumido profundamente en sus pensamientos, sus
ojos miran fijamente a la distancia, la cabeza entre sus manos.
Los niños que vuelven con el Ermitaño ciego, se esconden detrás
de él y señalan con miedo a Rodrigo.)

ERMITAÑO
¿Quién eres tú, que das miedo a los niños?

(Rodrigo ni responde ni se mueve. El ermitaño se acerca a él)

¿Quién eres?

RODRIGO
¿Acaso lo sé yo?

(Se incorpora suspirando y sin mirarlo)

Ayer era rey de España; hoy no lo soy de una villa.
Ayer tenía castillos, criados que me servían,
vajillas de plata y oro, vestidos de pedrería...
Hoy no tengo ni una almena que pueda decir que es mía.

(exhausto, se deja caer de nuevo sobre el tronco del árbol caído)

ERMITAÑO
¿Tienes hambre? Puedo ofrecerte la mitad de mi pan.

RODRIGO
Gracias, Pero...
¿Qué podría darte yo?
Sólo tengo mi espada.

ERMITAÑO
Bien afilada puede servir para segar el trigo.

RODRIGO
Acércate, zagala.
¿Te gusta mi collar?

(Le da el collar a la niña)

LA ZAGALA
¡Oh, cuántas piedras brillantes!
¡Qué hermoso para jugar!

(Rodrigo se levanta)

RODRIGO
Dime, buen ermitaño:
un hombre que ya sólo espera la muerte
¿puede servir contigo a Dios?

ERMITAÑO
Mi ermita es demasiado pobre.
Allí en el valle hay un gran monasterio de nobles.

RODRIGO
No quiero palacios de religión.
Quiero expiar mis crímenes como el más pobre de los pobres.
Quiero compartir tu hambre y tu frío,
cortando tu leña y amasando tu pan.
Quiero ser tu criado,
yo que fui de todos señor.

ERMITAÑO
¿Tan grandes son tus culpas?

RODRIGO
Todas las que has oído nunca sumarán juntas mi pecado.
¡Llevo sobre mí, la muerte de un pueblo entero!
¡Óyeme en confesión!

ERMITAÑO
Yo no tengo poder.
Si eres noble, alza tu guante y confiésate a Dios.

(Los niños retroceden respetuosamente, inclinando sus cabezas.
El monje camina hacia el lado opuesto con las manos cruzadas.
Rodrigo, de rodillas, levanta el guantelete de su mano derecha y,
elevando los ojos al cielo, se confiesa.)

RODRIGO
¡Señor del perdón: soy culpable de ira y soberbia,
de sangre y lujuria, de depravación.
Yo pecador, he traicionado a los míos profanando el arcón.
Yo pecador, he forzado a la hija que el padre me confió.
Yo pecador, me he perdido y he arrastrado a perdición.
Yo maté a todo un pueblo,
yo provoqué el fuego, yo sembré el rencor.
Yo he pecado con toda mi alma y con todo mi cuerpo
¡contra los diez mandamientos de Dios!
Señor del Perdón: yo merezco prisión y tormento,
tinieblas e infierno, yo merezco el castigo eterno.
Por mi culpa sufrió el fiel amigo que yo respetaba.
Por mi culpa traicionó a su patria aquel que juró guardarla.
Por mi culpa quedó sin honra la mujer que más amaba.
Por mi culpa perdió la vida el pueblo que me gloriaba.
¡No soy digno de lástima, de compasión, de gracia ni de amor!
Señor del perdón: por la cruz de tu Hijo que sufrió agonía,
por los siete dolores de Santa María... ¡perdóname, Señor!
¡perdóname, Señor! ¡perdóname, Señor!

(Deja caer el guantelete e inclina su cabeza, golpeándose el
pecho tres veces. El Ermitaño y los niños se persignan y parten.
Comienza a oscurecer. Florinda aparece a la distancia, está
vestida como un peregrino y lleva un cayado en su mano)

FLORINDA
¡Oh, Rodrigo ¡Rodrigo! ¡Me parece soñar!
¡Te he buscado por montes y valles, por ríos y mar!
¡Te he buscado por la morería!
¡Te he buscado por la cristiandad
y por fin te encuentro!
Señor, si es un sueño ¡mátame sin despertar!

RODRIGO
¡Florinda!... ¿Has llegado hasta aquí para gozar mi muerte?
¿Tan grande es tu rencor?

FLORINDA
¿Por qué el hombre confunde con odio
la desesperación de amor?
Cien brazos no fueran bastantes para mis abrazos;
ni cien ojos para mi llanto.

RODRIGO
Una mujer y una patria he querido.
Y muero sin las dos.

FLORINDA
¡Las dos son tuyas!
¡Tu bandera te espera en la montaña!
¡Tu bandera y yo!

RODRIGO
No pretendas hacerme soñar.
He visto mis pueblos ardiendo, mis trigos sangrientos...
¡Toda mi tierra en esclavitud!

FLORINDA
¡Toda no! ¡Toda no!

RODRIGO
Yo he teñido de rojo cosechas y ríos.
Yo he dejado sin hombre, mujeres y molinos.
Mi tierra era hermosa de viñas y olivos.
¡Y en un solo día todo lo he perdido!

FLORINDA
¡Todo no! ¡Todo no!

RODRIGO
Yo apagué la lumbre en el hogar.
Yo deje los ganados sin zagal.
Yo dejé la mesa sin vino y sin pan.

FLORINDA
Volverá la lumbre y el pastor y el pan.

RODRIGO
(se poner de pie con gran esfuerzo y tambaleándose)
¡Tú has prendido fuego a tu casa, Rodrigo!
¡Tú has arrasado tu tierra, Rodrigo!
¡Tú has matado a tu pueblo, Rodrigo!
¡Maldito de Dios! ¡Maldito de Dios!
¡Maldito!...

(Rodrigo cae a tierra)

FLORINDA
¡Maldito no! ¡No! ¡No!
Allá en las verdes Asturias,
las de las verdes montañas,
las de los castaños verdes
y la mar acantilada...
¡Allá en las verdes Asturias
ha nacido la esperanza!
Allá, entre los verdes prados,
allá, entre las nieblas altas,
allá en los montes bravíos
verdes de musgo y manzana...
¡Allá en las verdes Asturias
se alzan tu cruz y tu espada!
Allá, en las Asturias verdes,
todo lo tuyo te aguarda:
tus pastores con la honda,
tus soldados con la espada,
tu cruz en todos los pechos,
tu bandera en la montaña...
¡Allá en las verdes Asturias
ha vuelto a nacer tu España!

(cae la noche, dejando a los dos personajes alumbrados por
la luz de la luna rodeados de sombras. El ermitaño ciego y
los monjes de la Abadía entran con los niños, conforman
una solemne procesión, llevando grandes velas encendidas.)

RODRIGO
¡Florinda! ¡España!

FLORINDA
¡Rodrigo!

(Rodrigo besa las manos de Florinda por largo rato.
Arrodillándose, Florinda llora. El Ermitaño imparte
su bendición haciendo la señal de la cruz en el aire.
La campana de la ermita suena clara y fuerte y las
campanas del monasterio contestan intensamente en
la distancia. Luego otras campanas más lejanas se
van sumando a las anteriores desde múltiples y
diversos sitios distantes)

ERMITAÑO
¿Quién toca? ¡En la ermita no hay nadie!
¿Quién toca esas campanas?

(Florinda se pone de pie jubilosa)

FLORINDA
¡Nadie!... ¡Las del valle contestan!...
¡Las de lejos contestan!...
¡Toda España contesta!
¡Es la mano de Dios!

(todos caen de rodillas excepto Florinda que sigue de pie
mirando fijamente al cielo, transfigurada y con sus brazos
extendidos. )



Digitalizado por:
José Luis Roviaro 2010