ACTO I
Cuadro Primero
El Filtro
(Preludium con cortina baja. Finaliza con los
primeros versos de la canción del Niño Pastor,
sólo acompañada por el arpa. Luego, se hace
un silencio mientras se descorre el telón)
VOZ DEL NIÑO PASTOR
No me cambio, en mi pobreza,
por el Duque de Bomarzo.
Tiene rebaño de rocas
y es de ovejas mi rebaño.
Con lo que es mío me basta,
con esta paz de Bomarzo,
la dulce voz del arroyo,
de las cigarras el canto
y la feliz soledad
de Dios, que va por los campos.
(La escena muestra un sector del parque del castillo
de Bomarzo, envuelto en la niebla, distribuido en varios
planos, con graderías, árboles, rocas. En el centro, pero
algo hacia la izquierda, de tres cuartos, la entrada de
la Boca del Infierno, ubicada de tal modo que, hacia
el mismo lado, se desarrolla su interior, en transparencia,
como el de un cráneo, con una mesa central de piedra tosca.
Cuando se alza el telón, dicho interior será invisible.
La música transmite los rumores misteriosos del follaje,
de las ranas junto al arroyo; del agua breve que corre
y de los grillos. Por la tortuosa escalinata de la derecha
desciende, en la penumbra, Pier Francesco Orsini, Duque
de Bomarzo, seguido por su joven sobrino Nicolás Orsini
y el astrólogo Silvio de Narni, quien lleva en las manos un
cáliz luminoso. Se alza la voz del Niño Pastor, acompañada
por el arpa)
VOZ DEL NIÑO PASTOR
No me cambio, en mi pobreza,
por el Duque de Bomarzo,
cuando arrastra la joroba
cargada con sus pecados.
(Los tres personajes se detienen a escuchar)
PIER FRANCESCO
(A Silvio)
¿Quién canta, astrólogo?
SILVIO
Es un niño, Duque, un niño pastor.
PIER FRANCESCO
¿Entiendes lo que dice?
SILVIO
No tiene importancia.
PIER FRANCESCO
Sí, habla de mi joroba, de mis pecados.
NICOLÁS
¿Quieres que le haga callar?
PIER FRANCESCO
Déjalo, sobrino.
(El Duque y sus seguidores terminan de descender la
escalinata. Pier Francesco sube las gradas de la Boca
del Infierno. Los otros dos han quedado algo atrás)
PIER FRANCESCO
Esa canción cruel que me despide
añade a mis angustias su nostalgia.
Me trae el eco de los años idos,
de la vida remota, de la infancia,
de lo que quise ser pero no pude.
¡Ay, con cuánta alegría me cambiara
por el niño pastor que así se burla
y no tiene más gloria que su arpa!
VOZ DEL NIÑO PASTOR
No me cambio por el Duque,
por el Duque de Bomarzo...
PIER FRANCESCO
La vida me llevó, con su tormenta,
por senderos atroces de desgracia.
He vivido rodeado por los monstruos
que son como el espejo de mi alma,
y veo que del mundo los regalos
no valen nada, nada, nada, nada.
Los proscenios ilustres de mi historia,
Carlos Quinto y su gloria coronada,
el triunfo de Lepanto, las conquistas,
cuanto forma mi gloria hecha de nada,
no valen lo que canta un pobre niño
que no tiene más gloria que su arpa,
porque él goza la paz que yo no tuve.
Yo no tengo en Bomarzo nada, nada.
SILVIO
Calla, Duque, no te quejes así,
que es blasfemar contra la misma suerte.
Tu destino es único, incomparable.
Nadie habrá gozado otro como el tuyo.
PIER FRANCESCO
Mi destino...
SILVO
No blasfemes de ese modo tan luego hoy,
cuando ha de cumplirse la promesa de tu horóscopo,
la promesa de la inmortalidad.
Bebe y no morirás nunca.
(Le tiende el cáliz)
PIER FRANCESCO
Dame el cáliz, Nicolás Orsini.
(El muchacho toma el cáliz de manos del astrólogo y se
lo entrega. Luego, ambos le besan la diestra y se
retiran por la derecha)
SILVIO
(Volviéndose)
Ten fe, ten esperanza, señor Pier Francesco Orsini.
NICOLÁS
(A Silvio)
Caridad nunca tuvo.
(Salen. El Duque entra en la caverna, cuyo interior
está iluminado por la luz que emana del cáliz y cae de
rodillas)
PIER FRANCESCO
Estoy sólo contigo, mi destino,
misterioso destino que me aguardas.
¡Ser inmortal! ¡Oh, sueño! Maravilla
y terror de enfrentarme con la extraña aventura
que enreda a Vida y Muerte,
en los hilos terribles de su trama;
y de retar a Dios, de ser yo mismo
otro pequeño dios, aunque no valga,
aunque no lo merezca y no posea
el Duque de Bomarzo nada, nada.
Siento en torno a mi vida, no la grande,
no la de los cortejos y batallas,
sino a mi vida oculta, que ninguno
conoce, y que pesó sobre mi alma,
como pesa en mi cuerpo esta joroba,
la maldición de esta joroba trágica.
VOZ DEL NIÑO PASTOR
No me cambio por el Duque,
por el Duque de Bomarzo...
PIER FRANCESCO
¿Y cuál será la vida que me espera,
la eterna, la inmortal, tan anunciada?
¿En ella encontraré y en este cáliz,
la felicidad que siempre escapa?
(Bebe el cáliz y se acuesta sobre la losa de la mesa,
luego se incorpora, sacudido por súbitos dolores)
CORO
Como pesa en tu cuerpo esa joroba,
la maldición de esa joroba trágica,
la maldición de esa joroba trágica...
PIER FRANCESCO
¡Ah! ¡Ah!
(Al incorporarse, el Duque arroja la copa que se hace
añicos. La orquesta recoge ese ruido que crece y crece,
con el estrépito de los cristales destrozados, hasta que
se oyen unos desesperados gritos a lo lejos. La luz,
desde que se quebró el cáliz, disminuye, pero persiste)
VOZ DE DIANA ORSINI
¡Ay, Vicino, ay nieto mío!
¡Ay, Vicino Orsini! ¡Te han traicionado y morirás!
(Una tenue luna, velada por la niebla, se insinúa en
las nubes. Sale el Duque, tambaleándose, a la entrada
de la caverna, y grita)
PIER FRANCESCO
¿Qué dices, abuela? ¿Qué dices, abuela adorada?
¿Dices que moriré? ¡No me abandones!
VOZ DE DIANA ORSINI
¡Te han traicionado y morirás, Orsini!
¡En ese filtro vive la Muerte!
PIER FRANCESCO
¡No me abandones, abuela!
(El Niño Pastor se muestra en lo alto del indeciso
paisaje. La niebla, cada vez más espesa, va cubriendo
la escena que el niño, asustado, cruza corriendo con
su arpa. Cae el Duque en las gradas y tiende hacia él
los brazos, vanamente)
PIER FRANCESCO
¡No me abandones tú tampoco, pastor de Bomarzo!
¡Bomarzo, no me abandones!
(Sale el Niño rápidamente por la izquierda, mientras
baja un telón de boca que reducirá lo menos posible
la amplitud del proscenio y que representa la Boca del
Infierno con su inscripción fatal: "LASCIATE OGNI
PENSIERO VOI CHE ENTRATE". Este dibujo
encuadrará con su marco barroco las escenas
siguientes, hasta la penúltima, inclusive. Córrese
también una cortina, con la imagen del escudo de
los Orsini sostenido por los osos, que servirá para
los cambios de escena)
Interludium I
Cuadro Segundo
Niñez de Pier Francisco
(Una sala del castillo de Bomarzo que comunica
con una pequeña cámara secreta, situada en segundo
plano a la derecha. Esta última, al principio, a oscuras.
Cuatro candelabros encendidos iluminan el aposento.
Hay en él un diván y varios arcones abiertos, y se
ven ropajes, tocados, alhajas, etc., revueltos,
desparramados sobre el diván, los otros muebles y
en el piso. Girolamo y Maerbale, niños, a medio
disfrazar, juegan con los trajes. Su hermano, el
pequeño Pier Francesco, en un rincón los contempla)
MAERBALE
¿Qué diría la abuela, Girolamo,
si descubriera este desorden?
Nos han prohibido tocar los cofres viejos de Bomarzo.
GIROLAMO
¡Bah! Son los trajes que pertenecieron a nuestra madre,
y a la otra abuela, y a la madre de nuestra abuela.
Todas han muerto. ¿A quién le importan?·
MAERBALE
Le importan a la abuela Diana.
Si nos descubre nos reñirá, Girolamo.
GIROLAMO
¡No nos reñirá nada!
Nadie me riñe a mí, que seré el Duque de Bomarzo.
MAERBALE
De cualquier modo, le diríamos que fue idea
de nuestro hermano Vicino.
(Ambos miran a Pier Francesco y sonríen)
A él sí le tolera todo.
GIROLAMO
Le tolera demasiado, Maerbale.
(Bruscamente autoritario)
¡Vicino, ven a jugar con nosotros!
PIER FRANCESCO
¡Dejadme tranquilo! ¡No quiero jugar!
GIROLAMO
¡Ven aquí!
MAERBALE
Te lo ordena Girolamo, que cuando muera
nuestro padre será Duque de Bomarzo.
GIROLAMO
Ven aquí, no me hagas perder la paciencia.
(Girolamo y Maerbale sacan de su rincón a Pier
Francesco y lo arrastran al centro de la escena)
PIER FRANCESCO
¡Déjame! ¡Déjame!
GIROLAMO
Te toca el papel de Bufón de los Orsini,
que para eso tienes joroba.
MAERBALE
Para eso tienes joroba.
CORO
Para eso tienes joroba,
para eso tienes joroba, Pier Francesco Orsini.
(Pier Francesco se debate, mientras sus hermanos
le improvisan una caperuza)
GIROLAMO
Ahora, diviértenos, bufón.
(Pier Francesco queda inmóvil. Furia de Girolamo)
GIROLAMO
Ni para bufón sirves, imbécil.
Pero aguarda que se me ha ocurrido algo mejor.
Escucha, Maerbale...
(Maerbale y Girolamo cuchichean en secreto y ríen,
entretanto)
CORO
Para eso tienes joroba,
para eso tienes joroba,
desventurado Pier Francesco Orsini.
GIROLAMO
Puesto que te niegas a ser mi bufón, serás mi duquesa.
Serás mi duquesa jorobada de Bomarzo.
(Pier Francesco quiere escapar, pero Maerbale le
sujeta y le va quitando el atavío de bufón. Al mismo
tiempo, Girolamo se despoja del disfraz y queda casi
desnudo)
PIER FRANCESCO
¡Suéltame, Maerbale!
GIROLAMO
No, no, no. Mi duquesa, mi duquesa jorobada.
(Girolamo y Maerbale vencen la resistencia de
Pier Francesco y lo visten con una falda femenina.
Girolamo, girando en torno con reverencias
caricaturescas, se pone un manto sobre su desnudez
y con un roto aderezo se inventa una corona;
Maerbale se pone también un manto púrpura y
repite las reverencias, asumiendo una actitud
piadosa. Girolamo toma la mano de Pier Francesco)
GIROLAMO
Ahora, Pier Francesco, mi duquesa Francesca,
el cardenal Maerbale Orsini te casará con el Duque.
(Ríen Maerbale y Girolamo. Preludios de una loca marcha nupcial.
Avanza Girolamo, tironeando a Pier Francesco, y Maerbale va adelante,
gritando)
MAERBALE
¡Dominus vobiscum! ¡Dominus Bomartium!
¡Gloria in excelsis Deo!
¡Sanctus, sanctus, sanctus Dominus Bomartium!
(Luego gira, levanta la diestra)
Os consagro marido y mujer, duque y duquesa.
(Girolamo pretende besar a Pier Francesco, pero
éste se zafa por fin y se refugia en el diván. Girolamo
arroja el manto y salta sobre él. Recoge, entre las joyas
esparcidas, un largo pendiente)
GIROLAMO
¿Ves? Es un pendiente, sólo un pendiente.
Mi regalo para señora duquesa de Bomarzo.
PIER FRANCESCO
¡Suéltame! ¡No me toques!
GIROLAMO
(Ciego de cólera, a Maerbale)
Tráeme un estilete, Maerbale.
He visto uno allí, sobre aquel cofre.
(Maerbale vacila, pero ante un imperioso ademán de
su hermano mayor lo busca y se lo entrega. Grito del
Coro)
CORO
¡Ay!
(Frenético, Girolamo hunde el estilete en la oreja de
Pier Francesco y le fija la alhaja. Gritos del jorobado
y del coro. Mancha roja en la mejilla de Pier
Francesco. Los hermanos, temerosos, se apartan.
Aparece en el fondo el padre Gian Corrado Orsini.
Lleva en la mano un bastón y golpea. Silencio)
EL PADRE
¿Qué es esta locura?
(Golpe del bastón. Advierte, en el diván, a Pier
Francesco vestido de mujer y se enfurece.
Intercala golpes del bastón con sus frases)
Tú, Pier Francesco Orsini,
eres la vergüenza de mi estirpe.
Nunca hubo, entre los Orsini,
ni jorobados ni afeminados,
sino guerreros derechos como lanzas,
hombres de guerra.
Guerreros serán Girolamo y Maerbale.
Pero tú, tú, jorobado mísero vestido de hembra,
¿qué serás?
(Girolamo y Maerbale, medrosos, huyen llevándose
cada uno un candelabro. El condotiero toma a Pier
Francesco violentamente de la mano y lo arrastra
hasta el panel secreto que comunica con la cámara
oculta)
EL PADRE
(con iracunda mofa)
Aquí dentro te aguarda un personaje
a quien todos conocen en Bomarzo,
pero nadie lo vio.
Todos lo temen, pero nadie lo vio.
Tal vez un santo o un demonio,
quizás de nuestra estirpe.
Aquí dentro te aguarda,
antepasado muerto antes que mi abuelo
y que su abuelo, inmóvil hace siglos en su claustro.
(Golpe de bastón)
Con él meditarás sobre la gloria
que te impone tu nombre, jorobado.
Este nombre de Orsini, más robusto
que el oso que sostiene mi palacio.
Morirás en su celda, si a tu nombre
no eres digno, Vicino, de llevarlo.
(Deja el bastón, alza el tercer candelabro encendido y
se lo da. Luego hace funcionar el mecanismo oculto y
precipita al niño en la cámara invisible. Al entrar éste,
comienza a iluminarse el interior, mientras el padre se
va con el último candelabro, con lo cual la sala en la
que se desarrolló la anterior escena, queda en una semi
oscuridad. La luz que en la diestra levanta, muestra a
Pier Francesco el horror de una reclinada figura, lo
único que hay en la celda secreta, alargada sobre una
base marmórea. Es un esqueleto coronado de mustias
rosas de trapo, que se afirma sobre un codo y con una
mano sostiene una palma. Terror del niño delante del
esqueleto)
PIER FRANCESCO
¿Qué haces aquí? ¿A quién esperas?
¿Me esperabas a mí, figura de la Muerte?
¿No basta con su fortuna?
¿No basta con el horror de la carga
que llevo sobre los hombros?
(Pier Francesco retrocede)
¿Te has movido?
¿Te has movido, figura de la Muerte?
¿O no te has movido?
¿O es algo que el miedo me hace imaginar?
(Grita)
¡No te muevas, por Dios!
(Lentamente, el esqueleto se incorpora e inicia una
grave danza, Retrocede espantado Pier Francesco,
tanteando en los tableros, hasta dar con el resorte,
se abre la puerta. Sale al salón, con el candelabro,
y el salón se ilumina fantásticamente. El esqueleto
lo persigue y recoge al pasar el bastón de su padre.
Continúa allí la danza, más y más veloz, del esqueleto,
que marca el demente compás con golpes del bastón,
hasta que Vicino cae y la huesuda forma sobre él. Se
apagan en la caída las ceras del candelabro, Sólo
queda una claridad leve, irreal, verdosa, en la cámara
secreta, donde se ve al esqueleto inmóvil, recostado
en la actitud primera, y a Pier Francesco desmayado
frente a él; luego esa claridad se apaga y todo se
esfuma)
Interludium II
Cuadro Tercero
El Horóscopo
(Gabinete privado del joven Pier Francesco Orsini.
Al fondo una terraza, Vicino y Silvio de Narni,
adolescentes, ante una mesa colmada de libros. En
el centro de ésta, desplegado, el texto del horóscopo)
SILVIO
Mira, señor Pier Francesco Orsini, mira tu horóscopo.
Todo está escrito aquí, en mi espejo de las estrellas.
PIER FRANCESCO
No me gustan los espejos, astrólogo.
SILVIO
Este te gustará.
(Pier Francesco se inclina y Silvio comienza a
indicarle. Simultáneamente, detrás, se desenrosca
un telón transparente que cubre todo el fondo y que
representa ese horóscopo, con las misteriosas y bellas
figuras zodiacales)
SILVIO
El anunciado misterio
que no alcanzo todavía,
es la ausencia del final
señalado de tu vida.
Venus y Marte abolidos,
la Casa Octava registra,
que es la Casa de la Muerte,
y aquí nada la limita.
PIER FRANCESCO
La inmortalidad...
SILVIO
La inmortalidad es clara,
los dos astros se eliminan,
mientras el Sol y la Luna
hacen eterna tu vida.
El maléfico Saturno
con desgracias infinitas,
no logra abatir el triunfo
sin términos de tu vida.
PIER FRANCESCO
La inmortalidad... la inmortalidad...
¿Mides lo que me presagias, astrólogo?
SlLVIO
(Estallando)
¡La inmortalidad,
el viejo y terrible sueño del hombre!
¡La inmortalidad,
el anhelo supremo de victoria!
¡Ahí está, ahí está marcada,
Orsini, pequeño señor Orsini!
Toma la inmortalidad
que te ofrece el capricho de los astros.
Toma la inmortalidad,
como una flor.
PIER FRANCESCO
¡Ay, Silvio de Narni!
¡Bien sabes que nunca seré inmortal!
SILVIO
Está escrito en los planetas y jamás se equivocan.
¡Qué extraño!
PIER FRANCESCO
¿Cómo puedes pensarlo?
Mi padre me odia y no me dejará vivir.
El Duque regresa hoy del sitio de Florencia.
Ya viene por los caminos de la antigua tierra etrusca.
Y no me dejará, no me dejará vivir.
¿Inmortal? Quizás viva unos pocos días...
SILVIO
Hay un modo de evitar que tu padre te destruya.
PIER FRANCESCO
¿Cuál?
SILVIO
La magia todo lo puede.
PIER FRANCESCO
No, Silvio, que sería rebelarse contra Dios.
SILVIO
Permíteme hacer a mí, señor Pier Francesco.
Es inútil luchar contra lo que el horóscopo vaticina.
PIER FRANCESCO
¿Estás seguro de que debemos hacerlo?
SILVIO
Sí, nadie escapa a los astros.
(Pausa)
Por otra parte; también tu abuela lo quiere.
PIER FRANCESCO
(Sorprendido)
¿Mi abuela? ¿Diana Orsini?...
(Vacilando)
Sea.
(Silvio se adelanta y dibuja en el suelo un gran
triángulo. Pone en cada extremo un grueso cirio negro,
que enciende. Luego hace entrar a Pier Francesco en
su interior. La luz disminuye y el telón del horóscopo
asciende durante la invocación, hasta que desaparece)
SILVIO
(Con voz nítida)
Dentro de tanto tiempo que no lo mide lo humano,
el Duque de Bomarzo se mirará a sí mismo.
Te mirarás a ti mismo dentro de siglos y siglos,
Pier Francesco.
CORO
Dentro de tanto tiempo que no lo mide lo humano,
el Duque de Bomarzo se mirará a sí mismo.
Dentro de siglos y siglos...
SILVIO
Toma esta rama de avellano salvaje,
cortada con un cuchillo nuevo.
(Se la entrega y luego empieza a girar lentamente
alrededor de triángulo, mientras salmodia)
Emperador Lucifer,
Señor de los Espíritus Rebeldes,
te ruego que me seas favorable.
Obedéceme o te acosaré con la fórmula todopoderosa
de la Clave del Rey Salomón.
Tetragram, Vaychen, Stimulamathem,
Eroares, Retragsammathein,
Clyora, Ision, Existien, Eryona, Oera,
Erasyu, Moys Meffias, Seter,
Emmanuel, Sabaoth, Adonai. Tibi-Letti
Te conjuro. Amén.
CORO
¿Quién llama en la sombra?
SILVIO
Obedéceme, por la virtud del pacto.
Lee en mi pensamiento.
Ya sabes lo que te pido, lo que te ordeno.
CORO
(En un gran grito)
¡Obedezco!
(Silvio entra en el triángulo, toma la rama de avellano
y diseña con ella un triángulo en el aire. Después va
extinguiendo las llamas de los cirios, en tanto que
Pier Francesco gime)
PIER FRANCESCO
¡Ay, ay! ¿Qué hemos hecho?
¿Qué oscuras fuerzas hemos desatado?
(Sus gritos se mezclan con los graznidos de los de
los pavos reales que suenan, aciagos, en el jardín)
PIER FRANCESCO
¿Y eso?
SILVIO
Son pavos reales.
Hay pavos reales en el parque de Bomarzo.
PIER FRANCESCO
¡No! ¡Jamás los hubo!
Los pavos reales son aves de desgracia,
que los señores de Bomarzo no toleran.
(Prosiguen los gritos funestos, y la abuela Diana Orsini,
vestida de blanco, surge en el fondo, en la terraza, con sus velos)
DIANA
En el parque hay un pavo real,
hay varios pavos reales. Los he oído.
PIER FRANCESCO
Es imposible, abuela.
(Irrumpen en la terraza los servidores, que señalan
a la distancia)
MENSAJERO
Por el camino de Bomarzo, regresa la hueste
del condotiero que viene de Florencia.
PIER FRANCESCO
¡Ay, Silvio!
MENSAJERO
El Duque de Bomarzo viene malherido,
viene muy malherido.
SILVIO
Ya ves, señor Pier Francesco.
PIER FRANCESCO
¡Ay, Silvio! Me agito dentro
de una trampa de hierro más poderosa que tu triángulo.
Ahora, si mi padre muere,
mi hermano Girolamo será el Duque de Bomarzo.
SILVIO
¡Quién sabe!
(Señala su manuscrito)
El Cielo presagia otra cosa.
(Suenan en crescendo los graznidos de las aves. Pier
Francesco y Silvio salen a la terraza, donde Diana
Orsini abraza tiernamente a su nieto. Después miran
juntos hacia la lejanía, por donde se supone que
avanza el cortejo del Duque)
Interludium III
Cuadro Cuarto
Pantasilea
(Alcoba de la meretriz Pantasilea, en Florencia.
Además del lecho suntuoso, una gran alacena.
Rodean la habitación, por todas partes, espejos -
marcos de espejos, en realidad-. La cortesana,
sentada en un escabel, canta, acompañándose
con el laúd. De tanto en tanto, en su canción se
interponen los apagados graznidos de los pavos
reales)
PANTASILEA
Ninguna ciudad del mundo
sabe amar como Florencia;
ni Roma, Constantinopla,
ni Granada, ni Venecia.
Ninguna ciudad del mundo
sabe amar como Florencia.
Mi Florencia sabe amores
que brillan como las perlas.
Mis pechos desnudos son
como perlas, como perlas,
y sobre ellos se reclina
todo el amor de Florencia.
(Graznan los pavos reales)
¿Qué tienen hoy los pavos reales florentinos?
¿Qué locura los hace gritar así?
¿Será por el joven señor virgen
cuya visita le han anunciado a Pantasilea?
(Meditabunda)
Pier Francisco Orsini...
Bello nombre, en verdad.
¿Será bello él también?
¡Será muy bello el príncipe que su padre me envía?
(Reanudando la canción)
Ninguna ciudad del mundo
sabe amar como Florencia,
porque aquí nos enseñaron
a amar, el río y las piedras.
El río está enamorado
de las piedras de Florencia;
la tiene toda ceñida
entre sus brazos que tiemblan,
y el claro río me dice:
Pantasilea, Pantasilea,
Pantasilea, Pantasilea.
(Entra Pier Francesco, tímidamente, con un collar
le zafiros al cuello. Es conducido de la mano por el
negro Abul, quien hace una reverencia y se apresta
a retirarse. Pantasilea hace también una reverenda
ante el joven señor. Advierte entonces su joroba)
PANTASILEA
(Aparte)
¡Ay, es jorobado!
¡Mi príncipe de Bomarzo es jorobado!
¡Es jorobado, es jorobado! •
PIER FRANCESCO
¡No te vayas, Abul!
(Risa de la cortesana)
PANTASILEA
Déjalo ir, señor Orsini.
Para lo que tenemos que hacer,
mejor estaremos solos.
¡Bienvenido a Florencia !
(Parte Abul, Luego de vacilar, tras otra reverencia,
y simultáneamente un leve resplandor ilumina los
espejos, en cada uno de los cuales aparece un
jorobado, vestido como Pier Francesco, que
imita su actitud irresoluta. La cortesana está
sentada en el escabel y el muchacho está de pie)
PIER FRANCESCO
(Turbado)
¿Qué cantabas?
PANTASILEA
Cantaba el amor de esta ciudad prodigiosa,
el amor de Florencia.
(Toma el laúd y canta)
Ninguna ciudad del mundo
sabe amar como Florencia.
De los países lejanos
hasta la dulce Florencia,
vienen los príncipes jóvenes
a aprender cómo se besa,
con labios que nunca olvidan
mi nombre: Pantasilea,
Pantasilea, Pantasi1ea...
(Se levanta, toma la mano de Pier Francesco y lo atrae al lecho.
Deja caer su manto transparente y se ven sus pechos desnudos.
Lentamente lo besa. Breve forcejeo)
PANTASILEA
No temas, señor Orsini. Besar es vivir.
(El joven se hace atrás y, al volver la cabeza,
su vista abarca los espejos)
PIER FRANCESCO
(En un grito)
¿Quiénes son ésos?
PANTASILEA
Estamos solos, príncipe.
Son espejos, nada más que espejos.
Eres tú mismo.
Tú estás aquí en todas partes.
PIER FRANCESCO
¡Ay!
PANTASILEA
Nada más que espejos, señor.
PIER FRANCESCO
(Desesperado, se pone de pie y recorre la
habitación; los jorobados repiten sus ademanes)
¡Ay, sí! ¡Soy yo! ¡Sólo yo, Dios mío!
¿Nunca me libraré de mí mismo?
PANTASILEA
Olvídate en mis brazos. Ven a olvidar.
PIER FRANCESCO
¿He de olvidarme, si me llevo a mí mismo
sobre los hombros como una piedra pesada?
(Ante el espanto de Pier Francesco, los gibosos dejan
de reproducir sus ademanes y componen distintas
pantomimas grotescas)
PIER FRANCESCO
¡Ay, ay, ay, Dios mío!
(Pantasilea se alza del lecho y lo persigue)
PANTASILEA
No gimas, niño, no tiembles.
Un giboso no deja de ser un hombre cabal.
Bésame y tu giba se fundirá,
como si llevaras en los hombros una carga de nieve.
(Los jorobados intensifican los gestos de caricatura.
Pier Francesco no les saca los ojos de encima. Se quita
el collar y lo tiende a la cortesana, en tanto que los
demás jorobados juegan con sus respectivos collares
relampagueantes)
PIER FRANCESCO
Toma mi collar de zafiros y déjame ir Pantasilea.
Mi padre me envió aquí para burlarse. ¡Déjame ir!
(Pantasilea se pone el collar sobre los pechos
y se mira, complacida, en un espejo de mano)
PANTASILEA
Es un regalo digno de un gran príncipe.
Debo corresponderte, con mis labios,
con mí cuerpo entero.
Aquí estoy, Orsini, tómame como he tomado tu collar.
(El muchacho la mira y titubea, pero la visión de las
imágenes burlonas que lo rodean, mata sus deseos)
PIER FRANCESCO
No, no es posible. Nunca será posible.
(Pantasilea suelta su mano bruscamente y
se aleja, irritada)
PANTASILEA
Rompe el espejo, que en ti mismo llevas,
si quieres vivir.
Escucha... Algo tendré que darte, a cambio de tu collar.
Ven aquí y elige en la alacena de mis tesoros,
lo que más te guste.
(Le coge nuevamente la mano y lo lleva delante del
gran mueble, Abre sus puertas. Al hacerlo, se
enciende su interior horrible: cráneos, huesos, sapos
embalsamados, frascos rebosantes de dudosos líquidos)
PANTASILEA
¿Quieres la piedra lunaria?
¿Quieres el licor de las cantáridas?
¿Quieres la planta sin nombre
nacida en el norte de África?
¿Quieres la planta del aquileus de Persia?
¿Quieres la araña azul que bebió sangre humana?
Son los mejores aliados de Afrodita.
(Se echa a reír; en los espejos, ríen los jorobados;
Pier Francesco se cubre con los dedos el rostro;
graznan afuera los pavos reales)
PIER FRANCESCO
¡Los pavos reales, malvada!
(Pier Francesco golpea las manos, llamando)
¡Abul! ¡Abul! ¡Abul' ¡Aquí!
(Entra el negro y lo arrastra afuera, con lo cual
desaparecen los demás jorobados. Pantasilea toma el
laúd y sale a la terraza, riendo. Ahora se ven, en el
fondo, las siluetas de los pavos reales. La cortesana
regresa al centro de la escena, acariciando su collar.
Reanuda, en tono jocoso, el canto)
PANTASILEA
Ninguna ciudad del mundo
sabe amar como Florencia.
Para uno que fracasa,
hay cien que las rosas besan
en tus pechos perfumados,
Pantasilea, Pantasilea.
Pantasilea, Pantasilea.
(Ríe, mientras se corre el telón)
Interludium IV
Cuadro Quinto
Muerte De Girolamo
(Paisaje campestre, en Bomarzo, de mañana. A la
izquierda, al sesgo, fluye el río Tíber. Detrás, hacia ese
mismo lado, una roca que oculta parte de la corriente.
En el primer plano, Diana Orsini, abuela de Pier
Francesco, mira cariñosamente a su nieto tendido a
sus pies. Una dama le sostiene el quitasol; otra le da
aire con plumas)
DIANA
Tu padre está muy mal, Vicino.
Nunca se recuperó de la herida de Florencia.
PIER FRANCESCO
Tampoco yo, abuela Diana.
DIANA
¿Qué quieres decir?
PIER FRANCESCO
Nada... nada...
En Bomarzo se respira mejor que en Florencia;
éste es mi lugar.
Pero Bomarzo quedará huérfano de su Duque guerrero,
de su Duque glorioso.
DIANA
Bomarzo eres tú, Vicino.
PIER FRANCESCO
Yo soy un pobre giboso.
DIANA
Cuentan que eres inmortal.
PIER FRANCESCO
¿Lo crees? Son invenciones del astrólogo.
DIANA
¿No crees en los astros?
PIER FRANCESCO
Todavía creo en la vida y en la muerte.
DIANA
Los astros aseguran que no morirás.
PIER FRANCESCO
Si muere mi padre, Bomarzo será de Girolamo,
y entonces Girolamo, que me odia, me matará.
DIANA
También me odia a mí, Vicino.
Nunca ha perdonado que te quiera tanto.
Pero olvidémoslo.
Olvidémonos de todo lo que no sea
la felicidad de estar juntos.
(Se abrazan)
PIER FRANCESCO
A tu lado, me siento niño.
Sólo en momentos así gozo de alguna paz.
Me siento como cuando me conducías por el parque
y me narrabas las viejas historias de los Orsini.
DIANA
No temas, no. No temas nunca nada.
La gran Osa de Orsini te protege.
La gran Osa de Orsini va a tu lado, siempre.
Es la misma que surge
en el comienzo de nuestra sangre
y que a tu lado vuelve.
Nodriza del Orsini victorioso,
fundador de la estirpe de los héroes,
y que a tu lado marcha siempre.
Aunque tú no la veas, nieto mío,
te escuda con sus zarpas y sus dientes
y a tu lado camina siempre.
(En lo alto de la peña, asoma Girolamo semidesnudo
y los contempla sin ser advertido)
PIER FRANCESCO
A veces, en las largas galerías del castillo,
adivino una solemne sombra que me acompaña
sin un ruido, terrible, muda, negra, enorme y leve.
DIANA
Es la Osa ancestral,
ésa que avanza desde el fondo del mito,
ésa que crece vigilante y segura,
como una roca, una roca cubierta de ásperas pieles,
y está a tu lado siempre.
La osa del primer Orsino Orsini.
La que le dio a mamar divina leche.
Te ha de acompañar por siempre, siempre,
porque no has de morir,
y aquí, en Bomarzo, estarás siempre,
(Carcajada brutal de Girolamo. Vuélvense,
sorprendidos, abuela y nieto, y le divisan.
Con un gesto, Diana Orsini ordena a sus
damas que se retiren. Así lo hacen)
GIROLAMO
¿Siempre estarás? ¿Lo crees?
¿Lo crees, jorobado?
¿Verdaderamente?
¿Crees la loca fábula Astrológica?
¿Para qué estarías aquí siempre?
¿Para manchar el suelo con tu sombra que se retuerce?
DIANA
¡Cállate, Girolamo perverso!
¡Déjanos solos!
¿Qué pretendes?
¿Qué buscas, aquí, serpiente?
GIROLAMO
(burlón)
Vengo, abuela, a nadar en el Tíber
que fluye desde Roma,
donde son los Orsini como reyes.
Vengo a mostrarle al sol mi cuerpo joven,
recto como una espada de oro fuerte.
¿No quisieras bañarte, Pier Francesco?
¿Quieres que te desnude, Orsini débil?
DIANA
¡Cállate, perverso! ¡Cállate, sierpe!
GIROLAMO
¿O prefieres que sea nuestra abuela
quien te sirva de paje reverente,
como cuando eras niño y te mimaba
con caricias la espalda de pelele?
DIANA
¡Cállate, sierpe!
GIROLAMO
O quizá ha de ser la Osa nodriza de los Orsini,
la que nos presente tu desnuda joroba de espantajo,
¡Señor eterno! ¡Señor de siempre!
DIANA
¡Cállate, cállate!
GIROLAMO
La Osa ha de ocuparse de otro Orsini
y no de este bufón que nos ofende.
La Osa es mía; mía, del guerrero,
del cuerpo de oro, de la espada fuerte.
(Al hablar retrocede ebrio de orgullo, pierde pie y cae
al río, detrás de la roca. Grito largo de Girolamo. Pier
Francesco se incorpora para socorrerlo, pero Diana lo
mira fijamente y lo detiene. Prosiguen los gritos y al fin
cesan. Expectativa de Pier Francesco y Diana. Por fin,
el joven asciende a la roca, observa hacia el lado por
donde desapareció su hermano y se persigna)
PIER FRANCESCO
Su nuca golpeó contra la peña,
que está ahora teñida de sangre sobre el verde.
(La abuela lo espía, impasible, y se persigna también.
Lo llama)
DIANA
Ven conmigo, Duque.
Ven, Duque de Bomarzo para siempre.
(Pier Francesco comienza a descender de su atalaya,
encogiéndose, asustado, mientras se corre el telón)
Interludium V
Cuadro Sexto
Pier Francesco Orsini, Duque De Bomarzo
(Sala principal del castillo, engalanada con trofeos
y retratos ancestrales. Gran puerta a la izquierda.
Damas y cortesanos asisten a la ceremonia en que Pier
Francesco es proclamado Duque de Bomarzo. Suenan
las campanas y el Cardenal Orsini bendice al Duque,
de hinojos frente a él)
CORO
O Rex gloriae, Domine virtuum,
qui triumphator hodie
super omnes coelos ascendisti,
ne derelinquas nos orphanos.
sed mitte promissum Patris in nos,
Spiritum vcrité1tis, Alleluia.
(Al finalizar la ceremonia adelántase Diana Orsini,
encabeza los saludos. Lleva de la mano a la joven
Julia Farnese)
DIANA
He aquí a la bella Julia Farnese,
hija de Galeazzo, nuestro gran amigo.
Ha venido especialmente para asistir a la ceremonia
en la que te proclaman Duque de Bomarzo.
(Saludo de Julia. Impresión de Pier Francesco.
Luego lo saluda Maerbale)
PIER FRANCESCO
Salud, hermano Maerbale.
MAERBALE
Salud, Duque de Bomarzo.
(Maerbale toma la mano de Julia, para disgusto del
nuevo Duque, e inicia el desfile de las parejas que, tras
saludar a Pier Francesco Orsini, van saliendo por la
gran puerta de la izquierda, hacia la terraza que allí
se entrevé. La abuela Diana sale con el Cardenal.
Luego Silvio de Narni etc. Junto al Duque queda, en el
estrado, su criado Abul. Se acerca aparentemente para
saludarlo también, una embozada figura. Se descubre y
se muestra con las vestiduras del viejo Duque muerto,
pero sin rostro. Pier Francesco lo mira atónito, hasta
que desaparece)
PIER FRANCESCO
(Aterrorizado)
¿Todavía estás aquí?
¿Todavía reinas en Bomarzo, padre?
¿No soy yo, no soy yo el Duque? ¿No lo merezco?
(Regresa Diana Orsini, quien advierte su sobresalto)
DIANA
¿Qué acontece, Vicino? ¿Vienes?
PIER FRANCESCO
He visto a mi padre.
DIANA
Tu padre ha muerto.
PIER FRANCESCO
Lo he visto aquí. ¿No es cierto, Abul?
(La abuela detiene, con un ademán cortante, el gesto
afirmativo del esclavo)
DIANA
Tu padre ha muerto.
Y en Bomarzo no hay fantasmas.
Piensa sólo en tu gloria, Pier Francesco Orsini.
Piensa en la bella Julia Farnese.
Su tío, el Cardenal, será pronto Papa.
Julia nos acercará de nuevo
al palacio del heredero de Cristo.
PIER FRANCESCO
Julia Farnese nunca me amará.
DIANA
¿Olvidas que eres ahora el Duque de Bomarzo?
PIER FRANCESCO
No puedo olvidar mi joroba, pesando sobre mí,
bajo el manto de duque.
Julia prefiere a mi hermano Maerbale.
DIANA
Tu cuerpo, Vicino, es un estuche de oro.
Ven, ven.
(Lo toma de la mano y se dirigen hacia la puerta,
escoltados por Abul que lleva la cola del manto ducal.
Pier Francesco se vuelve y lanza una última mirada al
lugar donde se le apareció su padre)
PIER FRANCESCO
Mi padre... el Duque...
DIANA
(Vehemente)
El Duque eres tú.
(Salen)
Interludium VI
Cuadro Séptimo
Fiesta en Bomarzo
(La terraza vecina del salón anterior. A un lado,
los ásperos muros del viejo castillo. Al fondo, en un
plano inferior, surtidores. Lámparas entre los árboles.
Pier Francesco ha quedado cerca de la entrada que
conduce al salón, la cual está coronada con el blasón
de los Orsini. Se ha despojado del manto, que está
echado sobre la balaustrada. Maerbale hace una
reverencia a Julia y salen de la mano, por la izquierda.
Baile cortesano del "Passamezzo". Antes de que éste
termine, se van retirando, por la escalinata que lleva
a los surtidores, Diana Orsini y los invitados que
contemplan la danza. Pier Francesco permanece solo)
PIER FRANCESCO
¡Yo soy Bomarzo... Bomarzo!...
¡Mi Bomarzo ahora mío!
Siempre soñé que serías
mi Bomarzo, solo mío.
Veníamos los Orsini
por tu atmósfera divina...
Todo un mundo misterioso
brotaba de la campiña.
Y rodeaba los caballos
con sátiros y con ninfas,
de los arroyos ocultos,
con gorgonas, con arpías,
que brotaban de las tumbas
y de las rocas vecinas.
¡Mi Bomarzo, sólo mío,
mi enigma, mi compañía,
ah, mi soledad etrusca,
mi magia, secreto y vida!
¡Necesito tu presencia,
tierra mía, sólo mía!
Porque yo, yo soy Bomarzo,
Bomarzo me multiplica
como a sus peñas gibosas,
y su ternura es la mía.
(Se oscurece la escena y el Duque continúa acodado
en la balaustrada. Como en un sueño surgen, bailando
con Pier Francesco, Julia Farnese, Pantasilea y Abul.
El Duque los contempla, asombrado. Música de
"Gagliarda". Este breve baile dará la impresión de que
la dama, la cortesana y el esclavo, alternativamente,
tratan de apoderarse del joven príncipe. La escena
se ilumina de nuevo y entran varias parejas de
enmascarados que danzan. Al retirarse las mujeres,
los hombres se despojan de los disfraces y aparecen
bailarines iguales a Pier Francesco, transformándose
el baile en una ronda fantástica que rodea a Vicino
y lo empujan por la terraza hasta perderse de vista)
Interludium VII
Cuadro Octavo
El Retrato de Lorenzo Lotto
(Gabinete de trabajo de Pier Francesco como en el
Cuadro III, el del Horóscopo. A un costado, el retrato
de Pier Francesco Orsini pintado por Lorenzo Lotto
(recordar, para la proporción, que la tela mide 0,98
cm. de alto por 1,11 de largo). Al otro lado, un gran
espejo, cubierto por un lienzo. Entra el Duque, con
una coraza puesta, guantes, botas. Le sigue Abul,
quien lleva su emplumado casco. Pier Francesco
viene hablando a su servidor)
PIER FRANCESCO
¡Bomarzo! ¡Él me daba fuerzas!
(Se detiene delante del retrato, sin reparar en el espejo.
Abul deja el casco sobre un escabel y le va desciñendo
las correas que le sujetan el peto)
¡Ay, Abul! Pensaba, mientras
seguía en el combate a los franceses,
que gobernaba a Bomarzo mi retrato.
(Señala al retrato con orgullo)
Yo soy esa boca fina, yo soy
esos largos ojos secretos, yo soy
esos pómulos acusados, yo soy
esas delgadas manos transparentes.
Cuando Lorenzo Lotto
me pintaba en la ilustre Venecia,
yo sentía que se esfumaba mi joroba torpe.
¡Ay, Abul! ¡Ay, Abul!
Yo soy ese hermoso príncipe romano,
ese oculto poder, hielo y violencia,
llama fría, reserva, seco orgullo
y ternura también desesperada;
capaz de amar, capaz de que me amen
por mi cara perfecta, por el pelo
castaño que me enmarca de penumbras,
por mis labios ceñidos, pero hambrientos.
¡No quiero ser ninguno, ningún otro,
sino esta bella imagen que me mira;
me sabe, me comprende y a quien amo!
(Abul termina de quitarle la coraza. Pier Francesco le
acaricia la cabeza, cuando está de rodillas junto a él)
Tú me amas también. ¡Ah, si pudiera
amarme como tú, Julia Farnese!
De todos los misterios que a los hombres
sobrecogen al paso de la vida,
ninguno tan extraño, tan hermético,
como el sutil misterio del amor...
La gloria de los campos de batalla
se me niega; la mía es una gloria distinta,
que adivino vagamente
y que en Bomarzo está, que aquí me espera,
escondida en sus rocas y en su aire.
(El esclavo se retira luego de besarle la mano.
Canta contemplando sus manos)
Ya mi cuerpo no me pesa
todo mi cuerpo es mi mano.
¡Cómo tiembla! En ella están
las lágrimas y los labios.
(Se percata entonces del lienzo que cubre al espejo y
lo quita. Se tapa los ojos, horrorizado)
¡Este espejo infernal!
¿Quién se ha atrevido a colocarlo aquí,
si yo, si el Duque desterró de Bomarzo a los espejos?
¿Maerbale? ¡Ay, joroba que me aplastas
con tu monstruoso fardo!
(Señalando alternativamente al retrato y al espejo)
Yo soy aquél, feliz, pero soy éste,
desventurado, que también me sigue.
Y la inmortalidad, que las estrellas
fijas en el horóscopo aseguran,
sobre los dos planea con su signo.
CORO
¡Serás inmortal!
¡Serás inmortal!
Dentro de tanto tiempo
que no lo mide lo humano,
el Duque de Bomarzo se mirará a sí mismo.
PIER FRANCESCO
(Observándose en el espejo)
¡Déjame en paz, mi cuerpo, mi tormento!
¡Déjame en paz, mi alma!
¡Que yo sea inmortal, pero puro, puro, puro!
(En el espejo se ve la figura del Demonio,
substituyendo a la de Vicino Orsini. Tiene los rasgos
del monstruo pétreo que será la cabeza de la Boca del
Infierno)
¡Ah, el Demonio, que empujan los espíritus
de mi padre y mi hermano!
¡Infatigable Demonio jorobado que me acosas!
(Alza el casco y lo arroja contra el espejo que se
rompe. Luego lo tumba con estrépito, mientras cae el
telón)
ACTO II
Interludium VIII
Cuadro Noveno
Julia Farnese
(Sala del palacio de Galeazzo Farnese, en Roma, con
una galería balcón en lo alto, hacia la cual se asciende
por una escalera, a la derecha. Abajo, Julia Farnese,
rodeada por sus doncellas, canta acompañándose con
una zanfonía cuyo manivela hace girar. A su lado la
escucha Maerbale. Pier Francesco la escucha también,
semioculto en la galería - balcón)
JULIA
En el filtro del Amor
no olvides la Cortesía;
más que la palabra ardiente
puede, amigo, la sonrisa.
Y más que el brusco ademán
que al trémulo abrazo aspira,
puede en el baile gentil,
la cadencia que te inclina.
Más que el beso que persigue
tu roja boca ofrecida,
puede tu beso en la mano
que a buscarte se desliza.
(Maerbale le besa la mano. En la galería,
Pier Francesco se estremece)
Prefiere la insinuación,
el matiz, la suave línea
del Amor, que es como un juego
que ordena la Cortesía.
(Pier Francesco comienza a descender hacia la galería
sin ser visto. Maerbale toma la zanfonía de manos de
Julia y la hace sonar)
MAERBALE
En el filtro del Amor,
no olvides la Cortesía.
JULIA
Más que la palabra ardiente
puede, amigo, la sonrisa.
PIER FRANCESCO
(Se detiene en la escalera, siempre sin ser visto)
Más puede el hondo dolor,
que es del Amor compañía.
JULIA
Y más que el brusco ademán
que al trémulo abrazo aspira...
MAERBALE
...puede, en el baile gentil,
la cadencia que te inclina.
PIER FRANCESCO
Siempre será del amor
sombra, la Melancolía.
JULIA
Más que el beso que persigue
la roja boca ofrecida...
MAERBALE
...puede tu beso en la mano
que a buscarte se desliza.
PIER FRANCESCO
(Mientras termina de bajar la escalera)
No se apartan del Amor,
Dolor y Melancolía.
JULIA
Prefiere, la insinuación,
el matiz, la suave línea…
MAERBALE
...del Amor, que es como un juego
que ordena la Cortesía.
(Una de las doncellas sirve una copa de vino y la
tiende a Maerbale, quien ha dejado el instrumento.
El joven la toma y la ofrece a Julia. Irrumpe entonces
en la escena Pier Francesco, quien se la arrebata
violentamente y la ofrece, a su vez, a Julia. Al hacerlo,
el vino se derrama sobre las vestiduras de la dama,
que se manchan de rojo. Pier Francesco sale
precipitadamente, ante la sorpresa de los demás,
gritando)
PIER FRANCESCO
¡Púrpura sombra del vino,
a la sangre vaticina!
Sólo añadirá el Amor,
dolor a las penas mías.
Interludium IX
Cuadro Décimo
La Alcoba Nupcial
(Alcoba en el castillo de Bomarzo. Se han realizado
las bodas de Julia Farnese y el Duque Pier Francesco.
El cortejo nupcial va entrando, con pajes portando
luces que preceden a la pareja de los recién casados, a
quienes siguen el Cardenal Orsini, Diana y Maerbale)
CORO
Todo el aire espejea de mariposas;
las cigarras y grillos cantan en torno.
Es la vieja aleluya de los jardines
que trenza la corona de los amantes.
Dame la mano, amor, dame la mano
la noche no termina para el que ama.
DIANA
Os dejamos, Duque de Bomarzo, Duquesa de Bomarzo.
Que Dios os bendiga siempre, siempre...
(Se retira Maerbale, Diana, Silvio de Narni, etc.
Sólo quedan en la escena los duques y las doncellas
de Julia. Éstas
comienzan a desvestir a la dama)
JULIA
Tomad mi corona. Su peso es muy leve;
no obstante, me agobia y me ciñe.
Tomad este manto.
Como una armadura de oro,
su peso me oprime.
Tomad estas flores, tomad estas rosas y lises
con ellas saluda Bomarzo a la nueva duquesa.
Son bellas y tristes.
PIER FRANCESCO
Bello y triste es Bomarzo, señora.
Todo aquí es bello y triste.
Triste el duque que os ama,
pero no es bello. Sólo triste.
(Se retira por un momento Pier Francesco, y las
doncellas terminan de despojar a la señora, quien
retoma, entre tanto, como si recordara, la canción
de la escena anterior)
JULIA
Más que el beso que persigue
la roja boca ofrecida,
puede tu beso en la mano
que a buscarte se desliza.
(Regresa el Duque, quien se ha quitado también
el manto y la espada)
PIER FRANCESCO
Olvida esa canción infortunada.
Mira tu alcoba nueva.
Desde Roma trajeron los tapices.
Los mosaicos se inspiran en los lirios y en las rosas,
de tu escudo y mi escudo,
rosa y lirio que crean juntos una flor insólita.
(La toma de la mano y le va mostrando la habitación.
De repente, el Duque se detiene espantado)
JULIA
¿Qué pasa, mi señor, y por qué te detienes?
PIER FRANCESCO
(Aferrándose a su muñeca)
¡Ahí!... En aquel ángulo!...
¡Mira su horror demente!...
JULIA
(Aproximándose a la pared)
Nada veo.
PIER FRANCESCO
Contempla del Demonio, la verde mueca,
la insoportable máscara, siempre, siempre.
Hasta a las mismas bodas del jorobado, viene.
JULIA
¿Dónde? ¿dónde?
PIER FANCESCO
Un mosaico distinto a los recientes dibujos,
blasonados de Orsini y de Farnese,
agrega su perversa máscara de la muerte.
(Mientras Julia sigue buscándolo sin hallarlo, rodeada
por sus doncellas que también indagan inútilmente, el
Duque golpea el muro con ambos puños. Luego se
vuelve hacia las asustadas mujeres del séquito)
PIER FRANCESCO
¡Idos! ¡Dejadnos solos, con el Demonio verde,
con el perseguidor, jamás, jamás ausente!
(Las doncellas se retiran, presurosas, con las luces,
y la habitación queda en penumbra)
¡Dejadnos, que mi lucha con el monstruo no cede!
¡Dejadme, debo encararlo así, infinitamente!
(Julia cae de rodillas a su lado, asida aún de la
muñeca por el Duque, quien sigue mirando hacia
el lugar donde se supone que está el mosaico
demoníaco, hasta que la oscuridad lo invade todo)
Interludium X
Cuadro Undécimo
El Sueño
(La misma alcoba, pero ubicada en un plano más
distante del espectador. La envuelve una luz irreal.
Julia duerme en el lecho y el Duque se pasea, agitado)
PIER FRANCESCO
Siempre la maldición, la misma angustia,
la desesperación de que lo mío se me escape.
¡Qué destino éste del Duque joven
que no tiene nada sino su inútil desvarío
(Se sienta junto a Julia en el lecho)
¿Para qué mi grandeza,
y el antiguo sortilegio que emana de Bomarzo,
si nunca lo que quiero lo consigo?
¿No te tuve a ti, Julia Farnese,
y, como la infernal Pantasilea,
te escapaste a mi afán de poderíos?
Ésas que yo logré, las meretrices,
y las formas también, desesperantes,
que inventa del amor el goce ambiguo,
¿para qué me sirvieron, vanos triunfos,
estériles ensayos de la escena
en que el amor, por fin, sería mío?
¿No has de pertenecerme?
¿No han de unirse,
como en nuestras paredes, rosa y lirio?
Sólo soñar te queda, ¿y para eso,
debes ser inmortal, Duque maldito?
(Toma la mano de su mujer dormida y la luz irreal
se acentúa. Luego el Duque se cubre la cara con
los dedos. En ese momento la visión de Pantasilea
reemplaza en el lecho a Julia Farnese)
PANTASILEA
Más que el beso que persigue
la roja boca ofrecida,
puede tu beso en la mano
que a buscarte se desliza.
(Ríe la meretriz y eso acentúa la angustia del Duque
al precipitarlo en su pesadilla. Las imágenes de su
sueño se concretan a medida que se va insinuando,
en el primer plano, el vago contorno de los futuros
monstruos de Bomarzo que emergen, nebulosos, de la
arboleda. Una figura similar a la de Pier Francesco
y otra semejante a la de Julia, se desprenden de ellos -
que conservan, en el lecho, las posiciones fijadas - y
avanzan hacia el bosque soñado, con su extraño follaje
poblado de hombres y mujeres desnudos, cuyos colores
evocan los de las pinturas etruscas de la zona de
Bomarzo: ocres, azules, amarillos. Los personajes
se abrazan, se retuercen eróticamente. Las imágenes
de Julia, Vicino y Maerbale se mezclan a su baile y las
dos primeras caen al suelo, entre los cuerpos de raro
cromatismo. Enseguida, todo se desvanece y la escena
vuelve a lo que fue anteriormente. El Duque descubre
su rostro)
PIER FRANCESCO
(Dolorosamente)
Soñé, cuando era niño, que danzaba
con un viejo esqueleto en el castillo;
sueño ahora, ya hombre, que hago mía
a la amada mujer. Todo es lo mismo.
Todo es soñar, soñar, inútilmente.
¿Dónde está la verdad, la luz, Dios mío?
(Lanza un largo grito y sale de la habitación
tambaleándose)
Interludium XI
Cuadro Duodécimo
El Minotauro
(Galería de Bomarzo. Bustos de emperadores
romanos, dispuestos en semicírculo y que se alejan
hacia el fondo, formando una calle que se esfuma
en la oscuridad. En el medio del semicírculo, la
estatua del Minotauro de mármol, con el rostro
destruido, del Museo Vaticano. El Duque viene
desde el fondo, entre los bustos imperiales,
reiterando la larga nota de su lamento. Se
detiene junto a la estatua)
PIER FRANCESCO
¡Minotauro, hermano mío,
como yo, desfigurado,
como yo, bello y horrible!...
(Dirigiéndose al Minotauro)
Lo mismo que te rodean
estos Césares romanos,
feroces y voluptuosos,
inflexibles como el mármol,
con su ronda que en lo oscuro
se extravía, Minotauro,
lo mismo a mí me rodean
los Orsini legendarios.
Andan en torno de mí,
y me queman sus miradas
como a ti las de los Césares
que se encienden en el mármol.
¡Minotauro, hermano mío,
como yo, desfigurado,
como yo, bello y horrible,
mi atroz espejo, mi hermano!
(Súbitamente, de la sombra, detrás de la figura del
Minotauro, se alza una joven pareja semidesnuda
que huye, abrazada, hacia el fondo, sin que el
Duque logre detenerla)
PIER FRANCESCO
(Abrazando el torso de mármol)
¿En qué otra carne podrían
hallar refugio mis labios
y mi pasión y mis dudas,
sino en tu carne de mármol?
¡Monstruo mío, no me dejes,
hombre y bestia, dulce hermano,
ay, cómo muere en la noche
nuestro amor de solitarios!
(Besa a la estatua)
Interludium XII
Villanella
Si quieres saber de mí,
te lo dirán unas piedras.
Míralas, cuando la luna
calladamente las besa.
Las verás moverse entonces,
enamoradas, inquietas,
y oirás los nombres que cantan
y que la brisa se lleva.
Cada una de esas rocas
tiene un corazón de niebla
y sus sombras se perfuman
mientras temblando se quejan.
Si quieres saber de mí
te lo dirán unas piedras.
Cuadro Decimotercero
Maerbale
(Jardín del castillo de Bomarzo. Es de noche. En un
costado se alza una torre, en la cual se ve la galería -
balcón con la alcoba de Julia, con la que comunica una
escalera exterior. Ha pasado el tiempo. El Astrólogo
habla con el Duque, a quien acompaña el negro Abul)
PIER FRANCESCO
Ya viene Maerbale, Silvio, astrólogo.
Ahora es la ocasión. Ahora o nunca.
Ahora he de saber cuál es la intriga
con la que me deshonran él y Julia.
SILVIO
¿Estás resuelto, Duque?
¿Y el peligro de provocar, con insensata furia,
lo que tal vez no existe
y es un sueño de la imaginación que gira a oscuras?
PIER FRANCESCO
Ahora has de inducirlo. Te lo ordeno.
Yo me esconderé allí. Ahora o nunca.
Hace años que me ahondan una llaga
los hierros encendidos de la duda y tengo que saber.
(Pier Francesco y Abul se esconden en la arboleda
y vigilan. Aparece Maerbale)
SILVIO
(a Maerbale)
¡Salud, gran príncipe!
Bella es la noche que el amor preludia.
El parque de Bomarzo es como un cuerpo
que vibra y que suspira.
¡Escucha, escucha!
¿Oyes al ruiseñor?
¿Oyes la clara cadencia de los grillos?
La ternura se alza como un perfume del paisaje.
MAERBALE
Es noche para amar, como ninguna.
Para morir también, pues todo tiembla
con el misterio de las horas únicas.
Y los monstruos enormes que mi hermano
manda esculpir en piedras taciturnas,
acechan a quien osa andar por la espesura.
(Julia se muestra en lo alto de la galería balcón)
SILVIO
Para amar, para amar. Mira, allá arriba,
con su luz desafiando a la luna,
una estrella entre velos, entre nubes,
que a Bomarzo ilumina; Julia.
MAERBALE
¡Julia!
SILVIO
Sube allí, Maerbale, pues te espera.
MAERBALE
¿Qué dices, tentador?
SILVIO
La noche es tuya.
(Se va Silvio. El adolescente Nicolás Orsini, hijo de
Maerbale, entra y observa la escena, oculto. Maerbale
asciende la escalera. Ninguno ha visto al muchacho)
NICOLÁS ORSINI
(Aparte)
¡Mi padre!
¡Va ascendiendo hacia la cámara de la Duquesa Julia!
PIER FRANCESCO
¡Ay, Julia!
¡Ay, Julia, ya sube la traición hacia tu lecho!
(Maerbale entra en la galería balcón de Julia.
Sorpresa de ésta)
JULIA
¿Qué te trae a mi estancia, hermano?
¿Qué es lo que buscas?
MAERBALE
La noche de Bomarzo es tan hermosa
que sólo la derrota tu hermosura.
Tú eres como la noche, misteriosa, perfumada,
por ti canta en la ilusa noche la voz del ruiseñor.
JULIA
¡Calla, calla! La negra noche enluta
la campiña y sus monstruos de piedra.
¿Qué quieres?
¡Ay, mis manos, deja mis manos! ¡Maerbale!
MAERBALE
Tanto aguardé este instante, corrompiéndome
lo mismo que una inmóvil fuente turbia...
Dame tus labios una vez.
Presiento que la muerte aletea en la penumbra.
JULIA
¿A tu mujer y al Duque has olvidado?
Déjame, Maerbale, deja a Julia siempre sola.
MAERBALE
A la noche besaré
y a Bomarzo, en tu fina boca pura,
una vez, una vez...
(La besa)
PIER FRANCESCO
¡Maldito, pérfido!
Sobra con esto, Abul.
Ve, ve. Procura que baje
y luego harás lo que ya sabes.
(Abul sale de su escondite y avanza hacia
la galería - balcón)
NICOLÁS ORSINI
(Siempre oculto)
¡El paje de mi tío Pier Francesco!
(El negro Abul mueve las ramas. Julia se asoma
a la galería)
JULIA
¡Alguien en el jardín se disimula!
¡Ay, será el Duque! ¡Vete!
MAERBALE
¡El jorobado!
(Julia lo empuja y Maerbale
desciende la escalera;
Abul ha vuelto a esconderse. Se muestra entonces el
adolescente Nicolás Orsini)
NICOLÁS ORSINI
¡Huye, padre! ¡Traición!
¡Alguien se oculta y te vigila!
¡Escapa pronto, pronto!
(Maerbale se palpa y observa que no tiene su espada.
Sale huyendo, seguido por Abul, quien empuña una
daga desnuda. Los sigue corriendo Nicolás. Aparece
el Duque)
PIER FRANCESCO
¡No lo pierdas, Abul! ¡Mátalo!
¡Clávale una y otra más puñalada y otra y otra!
¡Mata con él, Abul, mi desventura!
¡Mátale y que yo no te vea nunca!
(Grito de Julia en el balcón y de Maerbale fuera de
escena. Pier Francesco abraza violentamente a su
mujer)
Interludium XIII
Cuadro Decimocuarto
La Alquimia
(Gabinete de Silvio de Narni en los sótanos del castillo.
Hornos, fuelles, retortas, alambiques, esqueletos de
grandes lagartos, etc., colgados y balanceándose.
Desciende en transparencia el telón del Horóscopo
que se vio en el Cuadro III. En torno, sobre bases
bajas, las estatuas bárbaramente policromadas y
fantásticamente vestidas y coronadas de los maestros
primitivos que entrevieron la Gran Obra de los
Alquimistas - y que serán otros tantos bailarines - .
Junto a un atril en el que se abre un inmenso libro,
están el Duque y el Astrólogo)
PIER FRANCESCO
Por fin he realizado mi soñada creación
y el Parque de los Monstruos de Bomarzo ya existe.
Puesto que soy un monstruo,
me he rodeado de monstruos fraternos
que encarnan los episodios de mi vida doliente.
Todos, como en un combate titánico
frente a la Boca del Infierno,
proclaman mi paso por el mundo.
Las muertes que causé y mi cuerpo torturado
me procuran la corte de monstruos
que es la que yo merezco.
Ni héroe de Lepanto, ni paladín de Roma,
¡Capitán de los Monstruos de Piedra!...
Sacro Bosque fatal, oscuro Sacro Bosque,
¿será ésta la inmortalidad que los astros explican?
(El astrólogo alquimista toma un alambique y lo
va llenando de distintos líquidos que arrojan un
denso vapor al calentarse en el fuego. Poco a
poco, el humo que surge del alambique y de
los hornos invade la escena, que se oscurece.
Simultáneamente, entra Nicolás Orsini y se
esconde entre los objetos fantásticos)
PIER FRANCESCO
(Dirigiéndose al Astrólogo)
¡El filtro, astrólogo, el filtro!...
SILVIO
(Señalando las estatuas de los alquimistas)
Mira, señor, las figuras
de los sabios prodigiosos
que inspiraron el empeño
de tu alquimista y astrólogo
en pos de la nueva fórmula,
con su ciencia y su socorro.
(Las señala una a una)
Aquel, Hermes Trimegisto,
Cheops, Pauscris, Apolonio,
Pitágoras y Sinesius;
Agathomedon, Demócrito,
Eneas de Gaza, Ostanes,
Zózimo, Heráclito, todos,
hasta el vencedor guerrero,
Alejandro Macedonio.
(Señala luego el libro del atril y ambos quedan
de espaldas a las estatuas)
Y aquí, observa, observa el fruto,
la fórmula de lo ignoto,
el triunfo sobre lo eterno,
la inmortalidad de oro.
PIER FRANCESCO
¡Por fin, por fin la tienes!
Esa inmortalidad cabe en unas palabras y unos signos...
¿Estás seguro? Dime, Silvio, ¿no te equivocas?
SILVIO
No se equivocan los astros en su mensaje divino.
Las estrellas aparecen en el mundo de este filtro.
(En la penumbra, las figuras multicolores de los
alquimistas bajan de sus zócalos e inician una danza
ritual alrededor de los dos personajes, quienes nunca
los miran. En el centro, aislados con el atril, quedaron
Pier Francesco y Silvio; éste hace funcionar el fuelle
que activa las llamaradas)
SILVIO
¡Sopla la furia del Tiempo,
sopla la furia del Tiempo impotente!
¡Sopla la furia del Tiempo robado,
sopla la furia del Tiempo vencido,
que no puede retener lo que es suyo,
la vida que se escapa de sus manos de hierro,
para siempre!
(Las figuras enlazadas de los antiguos alquimistas
giran con loco ritmo. Entre tanto, Silvio alza el cáliz
que se viera en el primer cuadro, como si fuera un
copón de iglesia)
SILVIO
¡Ahora, ahora,
Hermes Trimegisto, Cheops, Pauscris,
Apolonio, Pitágoras y Sinesius,
Agathomedon, Demócrito, Eneas de Gaza,
Ostanes, Zózimo, Heráclito, ahora
¡Alejandro Magno, ahora, ahora es la hora!
(Silvio vuelca el contenido del alambique en el cáliz
que se ilumina. Las figuras pasan delante del cáliz,
con rápido giro, y cada uno lo toca. Luego retroceden
hacia las sombras)
PIER FRANCESCO
¡Ay, quedar en Bomarzo para siempre,
besar las rocas y la vieja tierra, siempre, siempre,
sentirlo sólo mío, Bomarzo,
ni hombre ni mujer, pasión que aquí se fija, eterna!
NICOLÁS ORSINI
(oculto)
¿Eterno tú, matador de mi padre?
¡Jamás, jamás! ¡Lo juro!
(Las figuras de los alquimistas avanzan nuevamente)
CORO
¡Pier Francesco Orsini,
Has retado a los poderes supremos,
sin más armas que tu amor a Bomarzo!
¡Ten cuidado, ten cuidado!
(Las figuras arrasan con el contenido de las mesas,
que caen sonoramente. Sólo prevalece, en medio
del tumulto, el cáliz luminoso)
Interludium XIV
Cuadro Decimoquinto
El Parque de los Monstruos
(Desaparece el telón de boca, con la Boca del Infierno,
que hasta ahora se ha utilizado. La acción vuelve
al Cuadro I. La Boca del Infierno se ve alejada, a
la izquierda. El jardín está envuelto en sombras, que
apenas aclara la luna velada por la niebla. El Duque,
presa de horribles dolores, caído en las gradas, como
lo dejamos en la escena inicial, se lamenta. Se oyen,
nuevamente, los gritos de la abuela Orsini)
VOZ DE DIANA
¡Te han traicionado y has de morir!
¡En ese filtro vive la Muerte!
PIER FRANCESCO
¡Abuela! ¡Julia!
¡No me abandonéis'
(Se incorpora trabajosamente)
¡No he de morir! ¡No puedo morir!
¡Debo estar aquí siempre!
(Comienzan a aparecer las figuras de los Monstruos
de Bomarzo)
¡Monstruos míos, terrores míos,
rocas mías, tierra mía, ayudadme a permanecer!
(Otras altas siluetas monstruosas del parque se
iluminan en la escena, en primer plano)
¡Dios mío,
Santo Dios, no me dejéis partir!
¡Santos Papas Orsini,
santos y bienaventurados de mi sangre,
no me dejéis partir!
¡Osos de Orsini, no me dejéis partir!
Porque yo soy la sangre
de estas rocas amadas
y la sangre que derramé
también las fecunda...
¿A dónde iré? ¿A dónde podría ir?
¿A dónde sino aquí
podría ser inmortal... inmortal...?
(Cae muerto en la escalinata de la Boca del Infierno.
El Niño Pastor regresa, vacilante, por la izquierda y
se aproxima al cuerpo caído del Duque)
NIÑO PASTOR
¿Duermes? ¿Duermes, Duque?
(Se arrodilla y le besa la cara. Luego se aleja y
canta acompañándose con su arpa)
No me cambio por el Duque,
por el Duque de Bomarzo...
Con lo que es mío me basta,
con esta paz de Bomarzo...
(La niebla se esparce nuevamente, el silencio invade
la escena y cae el telón)
Escaneado por:
José Luis Roviaro 2010
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